El ángel desterrado
Omnipotencia del abismo oscuro
y emperador del palacio ignito.
¡Ah, ya sé…! Tú también eres infinito
y dueño de un pensamiento puro.
Eres tétrico, pero jamás impuro,
en tu vejada caverna de granito.
Los obcecados ángeles del mito
te llaman réprobo de pávido conjuro.
¡Oh, Satán…! Fuiste príncipe de las alturas
y hoy centinela fiel de las negruras
del infierno donde sueñas silencioso;
eres magno artífice de epinicios
allá en tus insondables precipicios
donde vibra tu grito proceloso.
Exhalaciones del sol naciente
Alegres danzan las libélulas
en aguas de la alberca.
La lluvia,
noble samaritana, sed a las eras calma.
Júbilo de nemorosa hontana
arrulla la mañana.
Dominio oscuro del silencio,
sin rumores, sin ecos.
Palomas del sol
a los milanos abrazan con sus dardos.
Cocuyos decoran y orifican
el manto de las sombras.
Voz sin motivo
La soledad canta
en la colina de los sueños,
cuando la brisa nocturna
embriaga el silencio.
Y viene el milagro del día
Por caminos iluminados.
Mi vida, en la angustia congelada,
Espera con placidez unciosa
la noche inanimada
y sin auroras de la Muerte.
¡Oh, sabiduría del sueño…!
Me duele en el alma un amor.
El alba la llevo en mi corazón.
Exégesis
Digan cuando yo me vaya: fue un marino
que ancló su esquife en el puerto
de la vida. Sintió la sed del desierto
y las inclemencias ferales del destino.
Fue un desolado. Fue un luciferino
que llevó feliz el corazón abierto
para la siega de los sueños. (El huerto de su pavor tenía un río cristalino).
Volvió un día a su esquife destrozado
a dialogar con el mar. Abandonado
soñó sobre ondas de augusta claridad.
Fue un marino y ha vuelto al mar
con el corazón recóndito anhelo de remar
hacia la isla de la eternidad.