EL ARPA Y LA LLUVIA
La tristeza me viene del lado de la lluvia, de la lenta neblina que recorta los árboles, tal vez de la furtiva rapsodia de las hojas que señalan su otoño al pie de las estatuas.
El amor en mi vida no ha sido una alborada, siempre un caer de agua ha medido su espacio, y cuando el día levanta sus banderas de sol, allá en mi corazón se perfila un ocaso.
He recorrido siempre por tácitos países, rompiendo noches, derribando estrellas, para buscar la forma fugaz de la ternura reflejada en el agua perdida de la ausencia.
Y he sido errante, viajero como el viento, pasajero inconforme del beso y la sonrisa, y a cada nuevo lirio crecido junto al alma una espina reparte su frío y su silicio.
Oh el desierto del tedio, la rencorosa tierra pisada en mil caminos de locura constante, y esta urgencia de vinos en el alba apagada cuando tras la caricia se hace grito el instante.
Y solo, siempre solo como esos puertos viejos, donde ausentes gaviotas crucifican su vuelo y algún marino inválido zurce redes y ensueños mirando el horizonte siempre esquivo a su anhelo.
Por eso esta honda angustia, esta pena sin nombre, que me invade afanosa como una ola amarga, y este romper espejos para borrar imágenes que el corazón inventa con latidos y sangre.
Será por eso triste nuestro amor silencioso, nuestro amor confundido con caricias y lágrimas; triste cual esos niños que se quedan dormidos como rosas marchitas, tirados en la calle.
Oh amor, signo dorado, girasol rumoroso, paraíso del canto, norte de la alegría; por tu mano de seda y tus guitarras hondas, está llorando ahora mi juventud perdida.
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ARQUITECTURA DE TU SILENCIO
Un marinero empuja su barco de papel sobre las aguas bruscas de un mar amotinado... Las playas de la tarde limitan sus sirenas y una estrella enmudece sobre el dolor del muelle.
Más allá un tren suicida rompe colinas grises, pasan desaforadas escuadras de pañuelos, hay lágrimas rondando tiquetes y estaciones y besos retardados contra las ventanillas.
Después un soplo aleve consterna el cielo cándido, veloces pavimentos ruedan bajo los astros; mientras cortan las hélices los caminos del ángel al lado de un retrato desfallecen los mapas.
Todo en ti es movimiento sin que tú lo comprendas. Cuando callas la noche pende de tu silencio. Al borde de tus labios de ingenuo terrorismo se asoman los diamantes versátiles del sueño.
Hay un fragor de vinos desatados, un empuje de dagas y tabernas, una compacta urgencia de cinturas quebradas y de sexos tendidos al afán de la carne.
Cállate siempre en lindes de sonrisa, en esquemas de yerta primavera; que tu silencio esconde regocijos de níspero para sembrar colmenas entre mi sangre tensa.
Cállate siempre, siempre... para que el viaje se haga sin salir de tus ojos.
Detrás de tu silencio de vidrios asombrados, suben liras dementes hasta el barro de mi alma.
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