Textos del autor Julio Alfonso Cáceres

Julio Alfonso Cáceres
(Armenia, 1916 - 1980)

 

 

EL ARPA Y LA LLUVIA

La tristeza me viene del lado de la lluvia,
de la lenta neblina que recorta los árboles, 
tal vez de la furtiva rapsodia de las hojas
que señalan su otoño al pie de las estatuas.

El amor en mi vida no ha sido una alborada,
siempre un caer de agua ha medido su espacio,
y cuando el día levanta sus banderas de sol, 
allá en mi corazón se perfila un ocaso.

He recorrido siempre por tácitos países,
rompiendo noches, derribando estrellas,
para buscar la forma fugaz de la ternura
reflejada en el agua perdida de la ausencia.

Y he sido errante, viajero como el viento,
pasajero inconforme del beso y la sonrisa,
y a cada nuevo lirio crecido junto al alma
una espina reparte su frío y su silicio.

Oh el desierto del tedio, la rencorosa tierra
pisada en mil caminos de locura constante,
y esta urgencia de vinos en el alba apagada
cuando tras la caricia se hace grito el instante.

Y solo, siempre solo como esos puertos viejos,
donde ausentes gaviotas crucifican su vuelo
y algún marino inválido zurce redes y ensueños
mirando el horizonte siempre esquivo a su anhelo.

Por eso esta honda angustia, esta pena sin nombre,
que me invade afanosa como una ola amarga,
y este romper espejos para borrar imágenes
que el corazón inventa con latidos y sangre.

Será por eso triste nuestro amor silencioso,
nuestro amor confundido con caricias y lágrimas;
triste cual esos niños que se quedan dormidos
como rosas marchitas, tirados en la calle.

Oh amor, signo dorado, girasol rumoroso,
paraíso del canto, norte de la alegría;
por tu mano de seda y tus guitarras hondas,
está llorando ahora mi juventud perdida.

ARQUITECTURA DE TU SILENCIO

Un marinero empuja su barco de papel
sobre las aguas bruscas de un mar amotinado...
Las playas de la tarde limitan sus sirenas
y una estrella enmudece sobre el dolor del muelle.

Más allá un tren suicida rompe colinas grises,
pasan desaforadas escuadras de pañuelos,
hay lágrimas rondando tiquetes y estaciones
y besos retardados contra las ventanillas.

Después un soplo aleve consterna el cielo cándido,
veloces pavimentos ruedan bajo los astros;
mientras cortan las hélices los caminos del ángel
al lado de un retrato desfallecen los mapas.

Todo en ti es movimiento sin que tú lo comprendas.
Cuando callas la noche pende de tu silencio.
Al borde de tus labios de ingenuo terrorismo
se asoman los diamantes versátiles del sueño.

Hay un fragor de vinos desatados,
un empuje de dagas y tabernas,
una compacta urgencia de cinturas quebradas
y de sexos tendidos al afán de la carne.

Cállate siempre en lindes de sonrisa,
en esquemas de yerta primavera;
que tu silencio esconde regocijos de níspero
para sembrar colmenas entre mi sangre tensa.

Cállate siempre, siempre...
para que el viaje se haga sin salir de tus ojos.

Detrás de tu silencio de vidrios asombrados,
suben liras dementes hasta el barro de mi alma.

 

CANCIÓN DE UN JÚBILO IMPREVISTO

Yo te busqué en la voz de la mañana
como una tibia aguja de rocío;
y te esperé en la tarde de mis cantos
con el afán del beso puesto en cruz
sobre un breve minuto de sonrisa.

Y hoy has venido, Amada,
a parcelar la geografía de mis fastidios
con la espada azul de tu ternura;
a sembrar el recuerdo de las amapolas
en mis predios vacíos de jardines
y a poner espejismos de frescura
cerca al desierto inerme de mis ojos dormidos.

Pero la mano áspera de la brisa
quemó la doncellez de las palmeras
con las que esperaba suavizar tu nostalgia...

El agrio vino de la soledad
me embriagó en bárbaras orgías de tragedia
y el hambre de la angustia
devoró la niñez dulce de mis mejores palabras.

Y tú llegas hoy, 
frágil novia recóndita,
y para recibirte sólo tengo un poema.

 

Última actualización: Lunes, Abril 13, 2015 8:55 AM
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