Julio Alfonso Cáceres: iniciador, del género ensayo en el Quindío
El ilustre poeta Jorge Zalamea, Baudilio Montoya y Adel López Gómez, presidieron el acto de coronación de Julio Alfonso Cáceres, en el mes de octubre de 1962. Me llamó la atención la noticia del Diario del Quindío del 25 de septiembre del mismo año con un titular “Don Gonzalo Echeverri B. dona la corona para Julio Alfonso Cáceres”, en dicha nota agradecen la donación y anuncian que la corona la mandaron hacer a la Joyería Roldán y será exhibida el 1 de octubre en una vitrina de un local comercial de la ciudad.
A mediados de los setenta tuve entre mis manos la corona que consistía en una rama de olivo en oro macizo, la sacamos de la vitrina donde se encontraba resguardada por una colección de arenas de desiertos y de pipas, cada una tenía su historia, me comentó que una de ellas era de León De Greiff, su amigo de tertulia y de mujeres.
A Julio Alfonso lo conocí cansado, acababa de ser padre de una niña, él un hombre de unos 60 años y para empeorar las cosas se encontraba casi ciego.
Fui siempre muy directo con él, la poesía de Julio Alfonso me parecía cursi. Le censuré eso de coronarse, como los romanos y asistir casi como damas de honor en los desfiles para coronar reinas de belleza, recitándoles poemas. Se rió, agitó su bastón y cambió de tema, cuando hubo terminado, le insistí. ¿Es por eso que los llamaron greco-quimbayas? Me dijo que también fue de izquierda pero los acontecimientos con Stalin lo hicieron abandonar el partido comunista. Entendí que no quería hablar del tema.
En el año de 1952 Julio Alfonso coronó en la plaza Bolívar de Armenia a Baudilio Montoya, ese ritual vanidoso desvela el momento socio-económico del territorio caldense, fortalecido por el cultivo del café que los exaltaba a la monarquía porque el impacto social de dichos acontecimientos era masivo. Las coronaciones de reinas por los poetas, fue una oleada de una época, hasta el mismo Gabo reconoció haber participado en dichos banquetes. Eso de ponerse la rama de olivo sobre la cabeza, en un acto de coronación publica, no es el Julio Alfonso que escribió en 1938, su primer libro Vértebras, dedicado a Carlos Marx.
Periodismo y poesía
Julio Alfonso nació en Armenia el 20 de octubre de 1916, bachiller inconcluso del colegio de don Jesús Duque y en el de don José María Ramírez. Entró al periodismo en el año de 1933, a los 17 años, trabajando como jefe de redacción del seminario Transmisión de Jesús López Dávila, su guía y mentor.
Fundó en 1937 en Manizales, el grupo Atalaya con el poeta Gilberto Agudelo propietario de la revista. Es con Adel López Gómez, Luis Vidales, Humberto Jaramillo Ángel, Jesús Arango Cano, Euclides Jaramillo Arango, escritores con la mayor proyección internacional. En 1970 recibió en Calarcá la medalla Eduardo Arias Suárez.
Una tarde hablamos de Stefan Zweig, un escritor que influyó profundo a su generación, me comentó que Zweig se suicidó con su esposa, aunque se especuló en algún tiempo de ser una siniestra maquinación nacista, lo consideraba uno de los maestros de la biografía.
Me habló de su biblioteca que trajo de Cali en tren, después de haber vivido allí 30 años, la pensaba regalar a la ciudad pero las cosas no funcionaron, inicialmente los periodistas le hicieron un homenaje, su enfermedad seguía avanzando y comenzó a desilusionarse, “vine a morir a Armenia”, a los pocos meses me enteré que había vuelto a utilizar el ferrocarril para trasladar su biblioteca a Cali, a los pocos meses falleció en 1980, a la edad de 63 años. Finalmente la biblioteca quedó en manos de la universidad de Caldas.
Con el libro Vértebras se inaugura el ensayo en el Quindío
Con Vértebras (1938), Panoramas del Hombre y del estilo (1949) y la Vaguedad de los días (1963), Julio Alfonso Cáceres se perfila como pionero del ensayo en el Quindío, género literario poco estudiado en la región. Su primer libro de ensayos Vértebras (1938) fue promocionado en el periódico El Cincuentenario, con el siguiente eslogan: “libro de siluetas cortadas por la tijera de fuego de la revolución”, es uno de sus libros más profundos, logró palpar la sensibilidad humana, describe a la obrera, al soldado, al esclavo, a Chaplin, a las vidas humildes.
Cada vertebra de sus relatos forman la columna vertebral de los humillados y explotados de la sociedad. El texto es en prosa pero la poesía galopa campante, escuchémoslo: “Sigue besando tu dolor tallado en carne, para que el hijo que aguardaras, no traiga las manos dóciles a la súplica baldía de consuelos, sino crispadas para la hora roja de la venganza, que habrá de ensanchar el cuadrilátero de tu existencia limitada” o el siguiente: “Amos de América…Capataces de Colombia…Sanguijuelas de smoking: Reíd e ironizad ahora, porque mañana…Quién sabe...! Las manos que reparten la simiente pueden también recolectar cabezas”. Sin llegar al panfleto con Vértebras a sus 22 años y finalizando la década de los años 30, logra esbozar una obra contundente de periodismo, crónica y poesía.
Desde muy joven navegó en el mundo de la cultura que le dio la posibilidad de tener contacto con los intelectuales de la época, sus colaboraciones en el periódico El Tiempo, El Espectador, El Occidente de Cali, lo hacen referente importante de la cultura quindiana abrumada en aquel tiempo por el centralismo del departamento de Caldas.
Alguien decía “los poemas de Cáceres no eran para grandes salones”. Lino Gil, tu amigo escribió sobre tus libros: “Ánforas repletas de amorosas mieles, de amorosos jugos, de amorosa reminiscencias del libro de las horas y de los días. Son de igual modo, páginas para el recuerdo, los suspiros, las quejas y las lágrimas”.
Por Jorge Hernando Delgado Cáceres
especial para LA CRÓNICA
Última actualización: Lunes, Abril 13, 2015 9:04 AM