Carta en prosa
A Liliana Herrera
Entre mis ojos he tenido tu imagen
bañada de naturaleza. Los melódicos
grillos, las intermitentes luciérnagas,
son pura fosforescencia en las letras
con que escribes cascada o agua fría.
Sin este cansancio por la Antigüedad,
cuando mencionas el vino, la vegetación,
te imaginaría en un bosque de Tracia,
hipnotizada tras el tamboril de Dionisos.
Aquí, en la aldea, juega un maduro sol
con el cemento. En la plaza ya hay mangos
y en el zoológico nació ayer un oso gris.
Lo demás es lo mismo: rostros, demoliciones,
los milagros que puede hacer un blue-jeans
o una camisa a rayas, cuando cruzan la esquina.
Fatigando las aulas con mis guantes de tiza,
intento repetir lo que han dicho otras voces
aunque parezca siempre ser la primera vez.
Devano el laberinto de traducir al viejo
poeta alejandrino. Aun no arribo al espejo
que vio el hermoso cuerpo del mancebo,
pero seguramente te lo enviaré en romance.
Escribe con frecuencia, que aspiro entre
tus páginas aroma de altos árboles.
Fue muy bella la noche del sábado en mi cuarto
y lamenté de pronto tu previa invitación. —”Chénier”,
me dices, No sé, tal vez. Quizá en lo tímido.
Deseo
Quiero perderme en ti,
como las palabras se pierden en el aire.
Hundirme en ti: tierra recién removida,
presta para la siembra, ciénaga escondida
entre el verdor de algún ramaje,
arena humedecida por la lluvia
en cualquier selva oscura.
Descubrir tus rutas interiores,
extraño laberinto mío,
hondas grutas sin luz y sin salida,
sin ni siquiera sombras
que jueguen con mis propios pasos.
Perderme en ti hasta sentir mi vuelo
derretiro por la luz,
y abajo el reclamo del mar,
su sonrisa siempre móvil entre las olas verdes.
Fundirme en ti para que seas instante,
como se funde el tiempo en los relojes
y obliga a palpitar sus engranajes
al idéntico ritmo de su muerte.
Seremos un solo latido ante una misma angustia.
Dejaremos de ser para seguir siendo juntos.
Bachiana No. 5, Aria
Te añoro
como si hubieras muerto
y sin embargo
sé que vives y que me amas
que en tu distancia
anhelas mis palabras
y que tu cuerpo aun siente
el fuego de mis poemas
y mis besos.
¿Acaso
fuimos sueño,
ceniza, soledad?
También hoy sé que vivo
que te amo y que tu cuerpo
ha sido el mejor de mis versos.
De pronto re recuerdo
como si hubieras muerto.
Arte Poética
Fijar con palabras un mundo
(trémulo objeto sobre una superficie)
es asignarle sombra al vuelo
perspectivas a lo ilusorio
El poema –a veces–
capricho de entomólogo
dimensión
escultura de tiempo
euclidiana exigencia
Tiembla el insecto antes de integrar
el vidrio en su ser, ya muerto
Murmuran la blanca página o el ébano
marcas de signos, iniciales trazos
Espacial, al graznido responde
a toda coordenada lógica
Rumoroso silencio, a veces, el Poema.