Calarcá en la imaginación histórica de Rodolfo y Humberto Jaramillo Ángel
Por: Carlos A. Castrillón
[...] Rodolfo Jaramillo Ángel (1912-1980) fue uno de los escritores más polifacéticos del Gran Caldas: Cuentos, novelas, poesía, ensayos y crónicas componen el conjunto de su obra, que aún no ha sido objeto de un estudio sistemático. Como cronista, Rodolfo Jaramillo Ángel publicó tres libros: La alfombra mágica (1956), La octava salida (1957), Calarcá en anécdotas (1976) e incontables crónicas en medios regionales y nacionales.
La alfombra mágica contiene crónicas literarias y de costumbres escritas con estilo poético. Entre ellas destacan “Armenia”, en la que narra la historia tantas veces contada del convite para construir el puente sobre el río Quindío y la posterior represalia de los armenios ante el incumplimiento de los calarqueños, y “Dulzaina encantada”, bella evocación sobre la anciana que toca su instrumento para sí misma, del todo enajenada y ausente del mundo. Ambas historias tienen correlatos en crónicas posteriores del autor y marcan la tendencia 5 Para una discusión del concepto de “imaginación histórica”, las complejas relaciones entre historia y ficción y el problema del significado de la historia como relato de lo más cercano a las acciones humanas, en el que los textos que nos interesan adquieren mayor valor, véase White (1992) y su cuestionamiento al carácter objetivo del relato histórico. Castrillón, C. A. - 193 - rev. invest. univ. quindio (18): 191-200. Armenia - Colombia general de su obra: La anécdota pintoresca y la evocación nostálgica.
Bastante similar al anterior, La octava salida es un curioso libro en el que Rodolfo Jaramillo Ángel recopila no sólo algunos textos suyos sino también las opiniones de escritores latinoamericanos y colombianos sobre él. Es una especie de carta de presentación en formato de libro en el que a cada texto autógrafo corresponde uno alógrafo lleno de elogios y laudes a Jaramillo Ángel.
Pero es en Calarcá en anécdotas donde Rodolfo Jaramillo Ángel logra demostrar su capacidad como cronista. El autor, con visión irónica en su función de narrador, con mucho humor y haciendo énfasis en lo picaresco (“veracidad doblada de mordacidad e ironía”), logra mostrarnos una realidad en sus conflictos de consolidación, en la que lo personal supera las condiciones históricas y prevalecen las pasiones en contextos muy cotidianos; es una historia personalizada, con nombres propios y datos que, en la mayoría de los casos, pueden 6 confrontarse.
El anónimo solapista define el sentido de este anecdotario: “La importancia de este libro radica en su autenticidad. Los personajes que por él desfilan lo hacen con sus nombres propios, sus vicios, sus virtudes, sus 'rarezas', sus bellaquerías y su desenfado”. Y agrega: “Los fundadores de la ciudad, quienes rigieron sus destinos materiales y espirituales, los bobos y los ladrones junto a los hombres de pro en un marco de costumbres libre de adulteraciones”. Sobre estos criterios, así bien definidos, se estructura el libro.
Esto se refleja en el estilo, claro y fluido, pero aún muy cercano a la retórica tradicional de la “gesta colonizadora” y la reproducción de sus tópicos: “La feracidad de la Hoya Quindiana”, los colonos armados de “hacha y machete” y, en general, la visión que reproduce el imaginario conocido. La autenticidad, preocupación constante del autor, recibe varias formulaciones que promueven en el lector la idea de que está leyendo una historia verdadera. La primera “anécdota”, sobre la fundación, está avalada por un testimonio del hijo de Luis Tabares, uno de los fundadores; y para todas ellas el autor afirma estar “en capacidad de garantizar su autenticidad”. Sin embargo, el autor es consciente de las dificultades que implica su metodología, sobre todo si se tiene en cuenta el carácter insólito de muchas de sus historias; para una particularmente inverosímil anota: “El nombre del ciudadano que tan cándidamente cayó en las garras de Pedro Juan Jaramillo, no lo logré averiguar, pero la anécdota es rigurosamente cierta”. Del mismo modo, el autor puede despreciar los datos cuando no están a la mano porque lo anima un propósito que, en su opinión, permite toda clase de licencias si no se falta a la verdad; si la fecha de un suceso se ha perdido, el valor del suceso para la historia local permite que se siga contando aunque la oralidad lo transforme: “Las fechas exactas no vienen al caso. No son necesarias ni fundamentales. Relato anécdotas, no escribo historia. Pero en este anecdotario, créase o no, está contendida, resumida, la historia de la ciudad a través de las actuaciones de sus moradores pertenecientes a todos los estratos sociales”.
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