Fragmento de la novela Anónimos: “Anotaciones para Ella. No sé cuándo mi madre se convirtió en aquella sombra. Aunque sus ojos se fijaran en algo parecía no estar allí. Su pasiva diligencia podía colmar la paciencia de un tibetano. Por eso decidí marcharme ¿quién iba a entender lo que me estaba pasando? Recuerdo las miradas de la gente escondida detrás de las ventanas o en los balcones, en la plaza y las cantinas. Veo el corredor y aún puedo oír el estrépito de mis pasos que arrastran tras sí una estopa llena de ropa… Quería terminar mis estudios en la ciudad y olvidar. A lo lejos se dejaron oír, por el camino de piedra, un motor y el eco de sus trompetas, que se extendieron con rapidez gracias al silencio del campo, y la voz de mi hermana que se imponía «Querida, ahí viene la chiva, será mejor que te marches. Parece que va a llover toda la mañana».De la miseria lo que más me dolía era la conciencia de la propia dignidad”.