LOS AMIGOS ARDEN EN LAS MANOS DE JUAN CARLOS ACEVEDO Y LA LABOR GENEROSA DE LA HONESTIDAD
Por Juan Felipe Robledo
Poesía del afecto, de la maravillosa y difícil amistad, palabras que no desean inventar o abstraer, que se entregan con una verdad de noches de rumor y días de afecto y canto, los poemas de Los amigos arden en las manos de Juan Carlos Acevedo le dan forma a un libro que forma parte de ese grupo escogido de poemarios a los que queremos volver con la conciencia de habernos descubierto más complejos y falibles y entusiastas de lo que creíamos ser cuando nos alejamos de sus páginas. En estos poemas hay generosa entrega que habla con verdad y permite cruzar la noche.
Juan Carlos Acevedo es un poeta que habita una tierra recorrida con lentitud, de aquellos momentos que se viven, sueñan y escriben en la calle, que nos pasa de nuevo frente a los ojos afectos y olvidos, certezas y dudas, dominadas por la visión de un corazón que ha sentido y pensado con hondura. El que siente bien piensa bien parece ser una de las premisas que sostiene la escritura de Los amigos arden en las manos, un libro que se distingue por su austeridad sentida y conquistada.
JUAN CARLOS ACEVEDO RAMOS CRONISTA LÍRICO DE SU GENERACIÓN
Por Omar García.
En su obra encontramos poemas en donde la crónica lírica se expresa de una forma equilibrada en imágenes y palabras que nos describen pasajes y paisajes de geografías interiores y lejanas. Eficiente en el manejo de los recursos poéticos, virtuoso en concepto total. Mantiene su punto de equilibrio temático y lo lanza frente a la mirada del lector como un venablo de un arquero que tiene ya en su intento, su blanco certero. Este escritor caldense transcurre con el ojo atento y la mirada aguzada; hay algo de disciplina japonesa; pulcritud en el manejo del idioma. La naturaleza zen animada y aurática se conjuga con un certero acercamiento de la imagen. De otra parte podemos percibir cierto ascetismo y frugalidad serena que lo emparenta con algunos poetas norteamericanos, tal vez Lee Masters en “Antología de Spoon Rivers”.
Juan Carlos Acevedo, es el poeta, cronista de una época que nos dejó la nostalgia agujereada y por ella los haces de luz iluminan las estancias y los parajes por donde transcurre este cazador de poesía.
La técnica minimalista, en donde muchas veces parte de un elemento al que dota de significado y simbolismo. Una catana por ejemplo, para el homenaje al gran escritor japonés Yukio Mishima; un espantapájaros en los trigales de Francia postmoderna que ya casi olvida sus heridas de guerra, y un periódico en las plazas atestadas de hombres viejos, desempleados y sin esperanzas, de un país al sur del trópico, en donde la muerte ronda el tiempo de los desesperados. Detonantes de historias, que siguen hablándonos y expresando sentimientos nuevos a través de su poesía.
JUAN CARLOS ACEVEDO, ESPÍA DE SÍ MISMO
Por Juan Manuel Roca
Son varios los registros en los que se mueve la poesía de Juan Carlos Acevedo.
De una parte está el día a día con su noche a noche de luces y penumbras, en las plazas de mercado o en “el traspatio de la casa” de un barrio sin heráldica, de otra parte asiste al ritual de un bar urbano en donde bebe vino con una tertulia de ausentes.
Tiene una manera soslayada y si se quiere oblicua en la expresión de sus versos.
Sin que sea un poeta ligado privativamente a la esfera de lo auto-referencial, hay mucho de su piel, de su gozar y padecer que asalta sus páginas sin los alardes de un yo protagónico.: “soy un hombre encerrado en sus palabras”, dice en su poema “Fantasma del viento”. Y es allí donde aparece una línea poética que domina, me parece, lo mejor de su poesía.