Carlos Miguel Ortiz Sarmiento

Última actualización: Martes, Abril 14, 2015 10:12 AM

Entrevista del autor Carlos Miguel Ortiz Sarmiento

PALABRAS DE PRESENTACIÓN DEL INFORME PNUD RECONOCER EL PASADO, CONSTRUIR EL FUTURO  Carlos Miguel Ortiz Sarmiento Coordinador del Proyecto Bogotá, Marzo 14 de 2012   Comienzo reiterando que este Informe se basa en las investigaciones de seis reconocidos centros de estudio del país, acompañados por un destacado grupo de pares académicos de la Universidad Nacional. Y en las discusiones de esos estudios con los tres actores sociales (gobierno, centrales sindicales, empresariado) y con la Escuela Nacional Sindical y la Comisión Colombiana de Juristas. Y se ha elaborado con el propósito de RECONOCER lo acontecido a los sindicalistas y a los trabajadores sindicalizados en los últimos 27 años. Pero no para hundirnos de manera pesimista en lamentos o reconvenciones; sino para que el mejor conocimiento y reconocimiento de lo que ha sucedido, sea apenas un medio hacia un objetivo mayor, construir un mejor futuro: De libertad sindical, de dignificación y posibilidad de ejercicio de esa actividad que es tan legítima y necesaria como la actividad empresarial. Sin amenazas, miedos ni cortapisas. Ese es el sentido de este informe: reconocer para construir. Y por eso las cinco partes en las que se divide el análisis, conducen a una parte final o epílogo de propuestas de acción derivadas de los análisis, que pretende ser el punto culminante de todo el esfuerzo de investigación y de discusión que se desarrolló durante algo más de dos años. Me referiré entonces a las principales conclusiones del Informe, que se pueden traducir en 4 mensajes: I. PRIMER MENSAJE: EN CUANTO AL ASPECTO DE LA MAGNITUD DE ESA VIOLENCIA, FINALMENTE NO PREVALECIÓ LA CONFRONTACIÓN DE ENFOQUES. Estado, centrales sindicales y empresariado unánimemente reconocen que lo acaecido de 1984 a 2011 ha sido preocupante. EXISTEN, SÍ, ALGUNAS DIVERGENCIAS DE CIFRAS ENTRE LAS FUENTES, PERO ESE NO ES EL NÚCLEO CENTRAL DEL PROBLEMA. Como método, el estudio siempre que fue posible cotejó varias fuentes, para los distintos años del período que propuso cubrir: los últimos 27 años. El cotejo con la fuente oficial, el Observatorio de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Vicepresidencia de la República, solo pudo hacerse para datos posteriores al 2000, año hasta el cual llega su cobertura. De 2000 a marzo de 2011, el número de homicidios de sindicalistas que reporta esta fuente es 979, y 1.062 los reportados por una fuente alternativa: la Escuela Nacional Sindical. Es claro que, sea oficial o alternativa la fuente en que nos basemos, las cifras de homicidio de sindicalistas son altas, cualquiera sea el intervalo de años que se tome. Advirtiendo que no solamente los homicidios han contado en este estudio, sino también otras formas de violencia, tan graves o más que el homicidio, como las desapariciones forzadas, las torturas, los secuestros. Como era de esperar, las distintas fuentes no coinciden exactamente en sus datos y cifras, año por año; porque tienen diferentes fines institucionales, diferentes metodologías y diferentes formas de clasificación, diferentes inconsistencias también, por supuesto; ninguna se halla exenta de errores. La no coincidencia ha dado lugar en el país al debate de las cifras. Antes del proyecto se creía que éste era el debate principal. A medida que el proyecto avanzó, fue quedando claro que no es así, éste no es el principal debate, ni establecer una única cifra debe ser la principal preocupación. Ya me referiré más adelante a cuáles sí son, según el Informe, los debates más cruciales respecto a esta violencia. Porque si bien en los registros de los casos y en las cifras anuales que resultan de allí, existen algunas diferencias entre fuentes -sean oficiales o alternativas-, en las tendencias de la curva de cifras del período, todas coinciden: todas las fuentes convergen en los ciclos de tendencia ascendente del homicidio de sindicalistas, con sus años pico: el más alto de todos, 1996. Y todas convergen en los ciclos de tendencia descendente de ese homicidio, el más largo y sostenido, el que va de 2003 al momento actual. Con la salvedad, sí, de que en ningún año de esos 9 la cifra ha logrado traspasar el umbral de los 30 homicidios según la Escuela Nacional, 20 según la fuente oficial, que fueron las cifras más bajas del ciclo: alcanzadas en el 2011. Y con otra salvedad, que se siguieron registrando otras formas de violencia y se mantuvieron altas las frecuencias de las amenazas. Leer el discurso completo en: PALABRAS DE PRESENTACIÓN DEL INFORME PNUD RECONOCER EL PASADO, CONSTRUIR EL FUTURO  

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Última actualización: Martes, Abril 14, 2015 10:05 AM

Sobre el autor Carlos Miguel Ortiz Sarmiento

Testimonio de un forastero Carlos Miguel Ortiz Sarmiento   El trabajo del historiador Carlos Miguel Ortiz Sarmiento, sobre La Violencia en Colombia, fue meticuloso, paciente y crítico. Hace poco, mientras evocaba los cincuenta años del asesinato de mi padre en Calarcá, tropecé con el libro Estado y subversión en Colombia. La Violencia en el Quindío, de Carlos Miguel Ortiz, en la excelente edición realizada por la Biblioteca de Autores Quindianos de la Gobernación del Quindío el año pasado, entidad que reeditó esa obra como consulta para muchos estudiosos nacionales y locales. Al repasar este gran estudio presentí que allí podría hallar algunas respuestas al episodio vivido por mi familia, porque mi segunda mirada no era tan desprevenida como antes por efectos de este aniversario.No creo innecesario decir que solamente el testimonio de un forastero, de un santandereano para mayores señas, pudo ofrecernos, y al país entero, una investigación y una validación tan seria sobre las causas de La Violencia en este departamento. Su trabajo completo (420 páginas) abarca un espacio que empieza en 1947 y termina en 1966 con miles y miles de muertos. El trabajo de Carlos Miguel Ortiz fue meticuloso, paciente y crítico hasta llegar a la mayor parte de las fuentes primarias que le fueron posibles consultar para entender la compraventa ilícita de tierras en las zonas azules y rojas, para citar solo esta parte conmovedora de su indagación.Este es, para nosotros, uno de los puntos centrales del libro: de qué manera la más sectaria rivalidad política de esos años derivó, entre otras cosas, hacia el negocio de compraventa de tierras a la sombra de las amenazas políticas y el chantaje económico en la zona cafetera. Este enfoque me hizo recordar que, en los orígenes de La Colonización Antioqueña, las dos principales concesiones de la corona española, las de Aranzazu y Burila, en algún momento se encaminaron hacia el negocio de tierras y venta de grandes fincas en aquellos sitios donde estaban llegando los colonos pobres (antioqueños, tolimenses, caucanos, cundinamarqueses) que, alentados por el Estado, esperaban recibir gratuitamente la adjudicación de predios a cambio de su cultivo y explotación. El libro de Paul Oquist (Violencia, conflicto y política en Colombia. Banco de la República, Bogotá, 1978) le sirvió de acicate a Ortiz Sarmiento para adelantar su pesquisa en las regiones del Quindío y el norte del Valle, elegidas como el conjunto geográfico donde se podría confirmar una hipótesis de que “los actores reales de la historia de La Violencia son los grupos sociales”, encarnados en los “hacendados, propietarios, agregados, peones, guaqueros, mineros, vivanderos, comerciantes pueblerinos y profesionales”, sin dejar de mencionar a los fonderos de las veredas que cumplieron un papel notorio como financiadores al por menor de las cosechas cafeteras, y como informantes o soplones de los sediciosos liberales o conservadores en cada caso. A ese respecto, vale una acotación: durante muchos años Colombia se vio sometida al Frente Nacional, como una reparación que se creía necesaria para purgar los años de esa violencia partidista que instauró a Tirofijo y sus tinglados. Para la democracia, el Frente Nacional fue algo semejante a la tortura de un ratón vivo que se introduce en la boca de las víctimas, dejándolo allí hasta que los pobres mueren asfixiados sin compasión. Nuestra democracia no murió asfixiada, pero en cambio vimos crecer en esos años otras formas de cerrar el paso a las aspiraciones de una creciente población: por ejemplo, se desatendieron los problemas sociales mientras se decía tener en cuenta a los políticos con la paridad, la alternación y hasta la milimetría. Una violencia no-partidista se instauró entonces y, al amparo del bipartidismo, fueron floreciendo la guerrilla, el narcotráfico, el terrorismo urbano, los grupos de autodefensa, el sicariato. Hay mucha tela que cortar en este importante libro del profesor Ortiz, quien vivió unos años con nosotros antes de dejarnos ese enorme testimonio que complementa, con creces, los documentos del padre Guzmán y Fals Borda sobre la violencia en Colombia. Alimentado por muchas estadísticas, y por observaciones directas en las notarías de algunas ciudades cercanas, a uno le queda el sabor de que los oriundos de esta tierra no supimos, ni todavía sabemos, abordar, como lo hace este libro, ese fenómeno político y social que nos cerró por años las puertas al desarrollo y nos subordinó a los intereses políticos del dos partidos. En efecto, pasarán muchos años antes que los quindianos comprendamos, sin asomo de dudas, lo ocurrido en la época de La Violencia. Aun viven algunas personas que se reconocen víctimas de ese holocausto, y también protagonistas que han olvidado, deliberadamente quizás, su participación en aquel período. El sectarismo político no tiene ya los mismos matices de entonces porque los partidos políticos carecen de identidad, ensombrecidos por el contratismo y el clientelismo, “esa estructura de pecado” —como alguna vez lo llamaron en los pasillos del Vaticano—, que prácticamente le sirvió a todos los gobiernos para mantener bajo los porcentajes del desempleo, aun cuando fuera pagando el precio de la ineficiencia y la improvisación del Estado. Por: Jaime Lopera

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Última actualización: Martes, Abril 14, 2015 10:02 AM

Textos del autor Carlos Miguel Ortiz Sarmiento

HISTORIOGRAFÍA DE LA VIOLENCIA  Carlos Miguel Ortiz Sarmiento Universidad Nacional de Colombia.   INTRODUCCIÓN LA "VIOLENCIA" ES UN TÉRMINO que en el habla cotidiana de los colombianos, como sabemos, se fue convirtiendo en el nombre de una época extendida desde la mitad del decenio de los años 40 hasta la mitad de los 60, cuando se extinguieron las últimas organizaciones armadas vinculadas de alguna forma a los dos partidos contendores, liberal y conservador. En la memoria de los colombianos que, adultos o niños, vivieron esos años en la mayoría de las regiones, la etapa de "La Violencia" divide en dos tanto la historia del país y de sus terruños como la de sus propias familias y sus mismas vidas. Sin embargo, con el ocaso de la confrontación cruenta entre las colectividades liberal y conservadora no cesó enteramente la modalidad de la violencia en el ejercicio de la política (siguió existiendo confrontación armada entre gobiernos y grupos armados planteados como "revolucionarios"). La historia de violencia o, mejor, la historia de "lo violento" se prolonga más allá de la época conocida como "La Violencia". Con la intensificación del uso de la violencia en la resolución de conflictos de distinta índole y la proliferación de poderes armados en Colombia durante los decenios de 1980 y 1990, "lo violento" sigue siendo un tema acuciante, ya no necesariamente ligado con exclusividad al ejercicio de la política, al menos en el sentido clásico de Estado, sistema, partidos. La multiplicidad de actores sociales que recurren a lo violento ha llevado a los investigadores, sean historiadores o demás científicos sociales, a hablar, ya no de "La Violencia", sino de muchas violencias que se cruzan en muchas direcciones. De todos modos, no conviene extender el alcance del término "violencia", al punto que no podamos demarcar con cierta propiedad el campo de estudio y el grupo de autores que vamos a analizar. En ese sentido, valga precisar que entendemos el carácter de "lo violento" como la modalidad encauzada a solucionar la diferencia o el conflicto mediante la eliminación total del otro, sea en el ejercicio político o en otra práctica social o de interacción en general. Es con ese alcance, y en su expresión más tangible de ataque cruento y de asesinato, que el habla cotidiana en Colombia utiliza las expresiones de violencia en la política y de "los años de La Violencia". En consecuencia, no extendemos el término hasta el ámbito de la "violencia simbólica", con todo lo importante que sea, salvo en la medida en que ésta haga parte de procesos para entender la tendencia a la eliminación efectiva del otro-individuo o del otro-colectivo.   Leer el artículo completo en: Historiografía de la violencia.  

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Última actualización: Martes, Abril 14, 2015 9:52 AM

Biografía Carlos Miguel Ortiz Sarmiento

Es Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín), y Magíster en Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Obtuvo otro título de Magíster en Movimientos Sociales en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, y es Doctor en Sociología de ese mismo centro de altos estudios.Fue presidente del Comité Organizador del V Congreso Nacional de Historia de Colombia, y más tarde integrante de la comisión para la investigación de la violencia y recomendación de reformas políticas, durante el gobierno del presidente Virgilio Barco. Fue galardonado con el primer puesto en el Concurso Nacional de Ensayo Académico "Alberto Lleras Camargo", organizado por el Instituto Colombiano de Fomento de la Educación Superior –ICFES–. Representó a las comunidades académicas de investigadores como miembro del Consejo de la Educación Superior Universitaria –CESU–. Ha sido miembro de la Comisión Nacional Intersectorial de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior –CONACES–, en las salas de Humanidades y Ciencias Sociales y de Maestrías y Doctorados.Ha sido profesor de dedicación exclusiva, categoría de titular, de la Universidad Nacional de Colombia, decano de la Facultad de Ciencias Humanas de la sede de Bogotá de esa universidad. También integró el Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional de Colombia.En el ámbito internacional, ha sido profesor visitante a cargo de cursos y director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París y profesor visitante en la Universidad de Valencia. Conferencista en las universidades de Oxford, Sophia, Tokyo, del Pueblo (Beijing), Complutense de Madrid, de Barcelona-Tarragona, de Lima; Mayor de San Marcos (Lima); Comunidad de las Islas Canarias, y Generalitat Valenciana (España).Entre sus publicaciones internacionales se destacan “La violence en Colombie: racines historiques et sociales” (1990), prologado por de Eric J. Hobsbawm, y “Violence in Colombia: the contemporary crisis in historical perspective” (coautor, 1992).En Colombia ha publicado numerosos libros, entre ellos “Estado y subversión en Colombia” (1985), prologado por Daniel Pécaut; “Urabá: tras las huellas de los inmigrantes 1955-1990” (1995); “La violencia y el municipio colombiano 1980-1997” (coautor, 1998); y “Urabá: pulsiones de vida y desafíos de muerte” (2007), prologado por Anne-Marie Losonczy. También ha sido coautor de diferentes libros, como “Guerra en Colombia: actores armados” (coautor, 2004). Es autor de múltiples artículos, entre los cuales se cuentan “Actores armados, territorios y poblaciones” (2001). Ver el perfil completo en: Carlos Miguel Ortiz Sarmiento

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Última actualización: Martes, Abril 14, 2015 9:33 AM

Cronología Carlos Miguel Ortiz Sarmiento

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