Carmelina Soto

Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 1:30 PM

Entrevista del autor Carmelina Soto

Carmelina Soto Por: Gustavo Páez Escobar Si cuanto soy ya no ha de ser mañana, qué me importa el recuerdo y qué el olvido.  Así remata Carmelina Soto el soneto Autorretrato con el que inicia la producción de veinte años (1953-1973) recogida en el tercero de sus libros,  Tiempo inmóvil, que la coronó de gloria. Hoy, con su muerte, las letras del Quin­ta se estremecen. Con ella se va una de las más grandes poeti­sas de Colombia, que elaboró en silencio una de las obras de mayor acento lírico –por su emoción, origi­nalidad y hondo sentido humano– que se hayan escrito en los últimos tiempos. Lino Gil Jaramillo anotó en este mismo periódico, el 17 de marzo de 1975: “Voz lírica de auténtica entonación, sin tintineos de cuentecitas de vidrio”. Es posible que en la propia ciudad de Armenia, de donde Carmelina es oriunda, no aprecien la ascendencia poética de esta extraña mujer a quien se veía deambular por sus calles como un viento trasnochado, envuelta en soledad e inmersa en su mundo lleno de distancias. Ella define así su habitual porte introvertido: “No lla­mo la atención con mi figura y paso de las gentes muy lejana, al desgai­re el cabello y el vestido”. No era mujer de fácil trato para el común de la gente, y sólo quienes en horas íntimas tenían acceso a su perso­nalidad rebelde y desdeñosa lograban entenderla y gozar con su amistad franca y su ademán des­creído. En parque de Armenia per­manece esculpido el bello poe­ma que le deja a su ciudad nativa. Es posible que el ajeno transeúnte no repare en la evocación emotiva de esta dama errátil que no apren­dió la lisonja ligera sino el canto profundo: “Ciudad de mi regazo y de mi almohada, de mi techo y mi brizna de dulzura, al andar por tus calles con premura, mi infancia en ella se quedó enredada”. Su obra, que no es extensa en palabras, es intensa en lirismo: Campanas del alba, Octubrey Tiem­po inmóvil. Era reacia a la edición y pulía cada verso con la paciencia del orfebre. Duraba meses fabricando un soneto, y es posible que antes de considerarlo termina­do lo hubiera vuelto a elaborar muchas veces. Cuando en octubre de 1979 (aniversario de Armenia) la agasajamos con ocasión de la Medalla al Mérito Literario que le otorgó la Gobernación del Quindío, me obsequió, al calor de unas copas de whisky, dos poemas candentes: Llama y Brasa. (En realidad, no me los obsequió, sino que yo los extraje del libro donde los guardaba, luego de habérmelos leído). Los de­nomino candentes no tanto por sus títulos de fuego, sino porque, siempre que los leo, siento que la piel se me incendia. Creo que continúan inéditos, y sospecho que en medio del rigorismo de la autora hayan sido transformados. O lo que es peor, lanzados al fuego que les dio vida. Es preciso decir, para afirmar el concepto anterior, que Carmelina Soto era llamarada y vida. Las pasiones las volvió canción. Entre las ráfagas de soledad que azotaron su existencia, siempre permaneció prendida la llama del amor. Más que amor vivo era un amor poético y filosófico. El sentido de la vida lo interpretó a través de diversos símbolos: los espejos, los vasos, el vino, las llamas, la rosa… Despreciaba la vida, pero la quería. Para ella lo fundamental, sin importar que fuera inútil, era vivir: “No he muerto. ¡Vivo! Vivir es maravilloso. ¡Puede ser hasta inútil pero es bello! Es ocupar un sitio bajo el sol… Un sitio… Y esto del sitio bajo el sol, no es poco”. * * * Como maestra de la paradoja, a lo Óscar Wilde, su poesía se mueve entre la explosión y el arrebato, entre la contradicción y la claridad, entre la canción airada y el calor silencioso del amor. La utopía escueta, la reflexión profunda, la soledad irremediable, el concepto amargo, la triste alegría de vivir… son tópicos que se encuentran tanto en su vida insular como en su obra de prodigio. Tal vez en su propia patria chica muchos no se den cuenta de que la dama distante, a quien se acostumbraron a ver con boina y bufanda al cuello, ya apagó, con su voz cansada, la inmortalidad del poema. El Espectador, Bogotá, 9-IV-1994.

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Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 12:55 PM

Sobre el autor Carmelina Soto

Carmelina Soto en la Poesía Colombiana Hambrientos y sedientos de la vidaunos ojos en pleno desamparo,y en los labios un gesto...el rictus raro/de una risa banal y descreída. No llamo la atención con mi figuray paso, de las gentes muy lejanaal desgaire el cabello y el vestido. No escribí nunca la canción que dura.Si cuanto soy, ya no ha de ser mañanaqué me importa el recuerdo y qué el olvido. Existe en el Siglo XVII un paralelo singular entre México y la Nueva Granada. En 1651 nació en San Miguel Nepantlan. Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Cantillana, para la posteridad Sor Juana Inés de la Cruz. En 1671, el 6 de octubre, nació en Tunja de padres españoles nobles y acaudalados, Francisca Josefa de la Concepción del Castillo y Guevara, la Madre Castillo. Sor Juana Inés de la Cruz, el Fénix de México o la Décima Musa como llegó a llamársele, murió en 1695 a los 44 años.  Francisca Josefa del Castillo, la niña de Tunja, que aprendió a leer sin que nadie le enseñara y tomó los hábitos muy joven, vivió hasta 1742.  A los 71 de edad la tranquila monja clarisa abandon el mundo serenamente, dejando poesías que todavía despiden una dulce claridad como los Deliquios del Divino Amor: El habla delicadadel amante que estimomiel y leche destilaentre rosas y lirios. Tal vez nunca pasaron por su imaginación frases tajantes, como las de Sor Juana Inés de la Cruz la mexicana, carmelita al principio, monja jerónima después, batalladora y valerosa: Hombres necios que acusáisa la mujer sin razónsin ver que sois la occasionde lo mismo que culpáis. Después pasan dos siglos en silencio absoluto las mujeres de la Colonia. En el Siglo XIX encontramos a Josefa Acevedo de Gómez, Silveria Espinosa de Rendón, Agripina Montes del Valle, Isabel Bunch de Cortés y Eva Verbel y Marea.  Muy poco dicen esos nombres ahora, casi nada, aunque no se limitaron sus poseedoras, ni mucho menos, a los temas considerados" femeninos":  el amor divino, el amor profano, el amor filial, el amor fraternal, el amor maternal y el amor-amor. Josefa Acevedo de Gómez describió bellamente el Tequendama;  Silveria Espinosa de Rendón se arriesgó a escribir un poema a Bolívar; Agripina Montes del Valle, además de escribir al Tequendama y al Magdalena, dedicó poemas a Fernando de Lesseps, el constructor del Canal de Panamá, a quien llamó "el gran obrero de la civilización"; Isabel Bunch de Cortés y Eva Verbel y Marea no tuvieron tantos arrestos y se limitaron a los que podrían llamarse, con los parámetros de aquel tiempo "los temas propios de su sexo". En el Siglo XX encontramos autoras cuyo primer libro fue publicado entre 1901 y 1940. Son ellas Blanca Isaza de Jaramillo Meza, Sophy Pizano de Ortiz, Susana Rubio de Díaz, Laura Victoria, Isabel Lleras de Ospina, Blanca Ortiz de Sánchez Montenegro y Emilia Ayarza. Dos de estas mujeres, Gertrudis Peñuela (Laura Victoria) y Emilia Ayarza tienen más de la jerónima batalladora que de la clarisa contemplativa. Laura Victoria vivió y escribió en México. Emilia Ayarza murió en Los Ángeles en 1966, pero también a ella como a Barba Jacob y a Pardo García "la tierra mexicana le dio su rebeldía, su libertad, sus ímpetus. Y era una llama al viento"... Esta llama volvió a encenderse cuando el Museo Rayo de Roldanillo reeditó su Testamento. Emilia Ayarza: "todo lo tuvo y nada poseyó.Soles negros pasaron por sus sienes,oscureciendo la llama de sus bosques.Anduvo siempre sola entre las multitudes.Su terrestre piel por las raícesse adentraba hasta el pecho de los ruiseñores.Y por la madrugada en el rocío,hacía su viaje transparente y puropara poner su llanto entre la hierba". Estas voces rebeldes, especialmente la de Emilia Ayarza, abren el camino que nos lleva hacia Carmelina Soto.  Ella está entre las autoras cuyo primer libro de poesía fue publicado entre 1941 y 1960 y su nombre encabeza una lista bastante larga: Meira del Mar, Dolly Mejía, Helvia García de Bodmer, Maruja Vieira, Dora Castellanos, Sylvia Lorenzo, Fanny Osorio, Matilde Espinosa ... Pero la de Carmelina Soto es una palabra distinta, un acento de insospechada trascendencia, en el ámbito que conocemos en la historia literaria colombiana como la etapa de Piedra y Cielo. Estas son palabras de Eddy Torres sobre Carmelina Soto y el momento en que su poesía surgió a la luz pública: "A principios de la década de 1940 era imposible en Colombia, al hablar de economía, no referirse al impacto de la guerra mundial en el desarrollo de la industria nacional; y era imposible también, al hablar de poesía, no aludir al movimiento Piedra y Cielo, que llevó a la literatura alegres escuadras de capacidades jóvenes.  El país entero, no como antes el grupo minoritario, empezó a hablar de poesía y más aún de poesía fresca. Porque se supo qué había ocurrido últimamente, qué estaba ocurriendo en otros meridianos de la lengua española. El proceso se cumplió nacionalmente, sin circunscribirse a la capital. No resulta extraño que fuera en una ciudad de provincia donde apareció el libro inicial de esa década en cuanto a nuevas poetas de impulso originario piedracielista: Campanas del Alba (Armenia, 1941). Carmelina Soto, su autora, había nacido allí; trabajó como bibliotecaria, estudió pedagogía y contaduría; su experiencia en este último campo la convirtió más tarde (1962) en la primera mujer a la que se encomendó la auditoria de la Presidencia de la República. Publicó después Octubre (Bogotá, 1952) y Tiempo Inmóvil (1974). Su trabajo lírico abunda en hallazgos verbales. Dentro del hilo de un poema tomado al azar, "Lo impenetrable" engarza líneas -síntesis: "Ninguna cosa de verdad es mía ”...“Todo indagar es víspera de llanto…”. “Qué soledad rodea cada cosa..." Presionada por los temas eternos del sentimiento, siente hundidas sus raíces en la tierra. En una conferencia que dictó en 1964 en la Universidad del Quindío dijo: "Si en este atardecer sosegado de la vida me fuera dado elegir un sitio para nacer de nuevo... volvería a elegir este sitio y a tener el sentir maravilloso de los que fueron hacedores de ciudades, fundadores de la nacionalidad, nostálgicos de gloria, ambiciosos de poder, exaltados de fe y hambrientos de libertades". Después de una vida de rudos trabajos y soledad creciente, Carmelina Soto cumplió su promesa de 1964. Vivió en Armenia del Quindío, lejos de todo menos de sí misma.  Cuando Carlos Enrique Ruiz tuvo en sus manos los destinos de la Biblioteca Nacional, Carmelina Soto estuvo en Bogotá leyendo su poesía desgarrada, vital, poderosa. También Águeda Pizarro logró su presencia en uno de los primeros encuentros anuales de mujeres poetas del Museo Rayo de Roldanillo. Estamos en deuda con Carmelina Soto y es necesario que todas las jóvenes mujeres que ahora escriben -y los hombres también por supuesto- conozcan su obra. Tal el propósito de este estudio, que sigue el orden de "Tiempo Inmóvil", la selección poética de 1974. Contiene poemas que antes estaban dispersos en publicaciones de periódicos y revistas nacionales y extranjeros, que abarcan los años de 1940 a 1950, su primer libro "Campanas del Alba", "Octubre" y algunas prosas escritas posteriormente.  Ella dijo: "El don de la palabra es don divino. Por él toma forma y acción el pensamiento y cuando se ilumina por la gracia de la poesía, se expresa por la boca del hombre como una llama que canta". Así la perfección de su "Mensaje" un soneto que es el primer poema conocido de Carmelina Soto: Esta palabra azul, clavel al viento,al llegar al país de tu sonrisa,será una mariposa, solo brisamecida por el aire de tu aliento. Se nutrirá del néctar de tu acentoy del clima sonoro de tu risa.Su vuelo musical cortará aprisael aire manso de tu pensamiento. Será forma perfecta y deseadaque diga todo sin saber de nada...lo mismo que el clamor de la campana que da su voz e ignora que el sonidoha dejado un momento estremecidoel rosado cristal de la mañana... Como éste, muchos sonetos perfectos e intachables surgieron de la inspiración de Carmelina Soto en los tiempos de Piedra y Cielo. En la hora actual la poesía se despoja de la rima y de la métrica. Eso está bien para que vuele libre, porque el soneto puede ser cárcel de catorce rejas, cuando el contenido està sometido a la forma. Pero cuando es la forma la que se somete al contenido, la destreza del artífice logra la obra de arte.Más allá del soneto, su impulso creador llevó a Carmelina Soto a la interpretación de “Los motivos del barro" del poeta y matemático persa Omar Khayyam: De pronto dijo un vaso con insólito impulso:“De mí todos se burlan porque nací torcido.Pues fue que al alfarero le tembló un poco el pulsoy por tanto quien ría, primero se ha reídode aquel que soy sustancia, medida y contenido” La asaltaron el amor, el miedo, el tiempo. Muy temprano conoció la angustia. Pero la poesía tiene el poder de abrir para el espíritu horizontes distintos. Es la lluvia de Paul Verlaine sobre ciudades de altas catedrales, o son los burritos alegres de Francis Jammes, esos amigos nuestros de ayer, de siempre y siempre. Porque son iguales Platero, bajo el cielo de Moguer, el burro sabio del circo francés y el burrito capulón del Quindío en Colombia: Ando siempre felíz, con la cabeza alzada.Me levanto temprano por saludar el diay mientras muchos duermen, yo salto de alegríaporque revienta en haces de luz otra alborada. La faz del nardo frágil y la espiga inclinadaante mis ojos arden con fugaz lozanía.Y para mí yo tengo que son de poesíay me duele que vivan y que no duren nada. Me apresto vivo y ágil al trajín cotidianoPero cuando es domingo con palmas y verano,al llegar a la aldea, no sé por qué razón, camino como en ascuas, con miedo y temblorosoy miro que me miran con cariño y con gozoy una brasa secreta me alumbra el corazón. Octubre es un libro de poemas escritos entre 1942 y 1952, que editó en 1953 “Antares”, la imprenta de Gonzalo Canal Ramírez. Se encuentra en este libro “El Fruto” uno de los sonetos más logrados de la poesía colombiana y de la poesía castellana en pleno: Los pájaros supieron su venidaantes que la rosada mariposa.Por presagiar su desnudez, la rosaocupó su lugar y su medida. Lámpara de los árboles, ardidaen justa miel de abeja rumorosa.Golfo de azúcar, piel de pomarrosa,intención de la fronda florecida. Oscura tierra lo llevó dormidocomo la rama de potente venala caracola trémula del nido. Abril palpó su redondez Maduray en la ciudad azul de la colmenasu dulce nombre se nombró dulzura. En casi todos los escritores y en los poetas particularmente, hay una tendencia inicial a reconocerse, a buscar, remontando los ríos de la sangre, el origen de su propia luz o de su propia sombra. En este segundo libro, publicado más de diez años después del primero, ya las que tañen no son las campanas del amanecer, no es el alba, ya es mucho después, más allá del mediodía. Es octubre, cuando el otoño dora las hojas que el viento empezará a llevarse pronto. Pero antes hay que mirarse, reconocerse en La Herencia: De mi padre yo llevoel afán sostenido de partir cada día,el amor al azar, el gusto por lo nuevo,la pena, la alegría.(Por su herencia doy sólo valor a lo que pierdoy voy mirando atrás como el recuerdo) Y mi madre tenía oscura cabellera,partida en dos como alasde golondrina en reposo,haciendo marco triste a su cara de cera. De mi madre yo llevo la palabra tranquila,la admiración por los cabritos recién nacidos,la cabellera oscura, la dulzura,los sueños incumplidos.(Lo poco bueno en mí me viene de ellay el gusto por la espiga y por la estrella). Qué me importa!Yo tomé un caracol y lo acerqué a mi oídoy después tuve ganas de quebrar los espejos(quién sabe lo que dicen en su canción los ríos?) Cantemos algún canto, me dice un niño hermoso...y mi voz es cascada... monocorde... baldía...y rueda rencorosa como los frutos secos. Bibliotecaria, maestra, contadora, auditora, aseguradora...Entre duros trabajos, relojes y calendarios, entre papeles áridos, tuvo la capacidad de no dejarse vencer, de construir un lenguaje rico y sonoro para, más allá del monólogo interior o del poema narrativo, hablar a esa indispensable segunda persona del singular, tú, el interlocutor inevitable, el nombre del amor.  Así Cancioncilla del libro Octubre: Cuando dejé de verte era verano.En la sangre caliente renacíaun racimo de besos y corríaun viento... un claro viento por el llano. (Bien lo recuerdo, Amor...Era verano)y quise retenerte. Con qué lazohabía de atarte para no perderte?(Cuerpo de agua en el cristal de un vaso) Acaso. . .sin amarras mi lazo fue más fuerte...que siendo tú la ausencia, ibas cercanocomo vida en el pulso de la muerte. Al fin estoy contenta y tú lejano.Tan lejano de nieblas y de olvidoque mueres en un verso arrepentidoen un tiempo de amor y de verano.(Quizá no eras amor ni era verano). Así se describió a sí misma: Hambrientos y sedientos de la vidaunos ojos en pleno desamparo,y en los labios un gesto...el rictus raro/de una risa banal y descreída. No llamo la atención con mi figuray paso, de las gentes muy lejanaal desgaire el cabello y el vestido. No escribí nunca la canción que dura.Si cuanto soy, ya no ha de ser mañanaqué me importa el recuerdo y qué el olvido. Una actitud similar a la de Carmelina Soto ante la vida y el poema, una parecida forma severamente escrutadora de los elementos que las rodeaban, tuvo en España una mujer que se llamó Susana March. Tanto la una como la otra están llamadas a perdurar en los anales de la literatura en lengua española. Tomado de: Carmelina Soto

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Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 12:46 PM

Textos del autor Carmelina Soto

Almas Aquellas almas grandes que tuvimos y estas de ahora, iguales y distintas, siguen ardiendo y consumiendo vida. Ardientes almas nuestras... ávidas, delirantes, violentas, vengativas, tenaces, hechizadas, sedientas, con sus flamas en rojo, negro y blanco, en gris, en amarillo y en violeta, -iris y fuego- sometidas al viento ineluctable, al incendio... Con cauda de cometas locos, con colas y con crines de caballos apocalípticos para imponer el miedo. Ah! nuestras almas jóvenes! aquellas que tuvimos y tenemos, fieles a la gran aventura irreversible de la vida y al signo irrevocable del acontecimiento, siguen viviendo a través de la sangre inextinguible, en hélices y elípticas, en el misterio. Almas rudas, flagrantes y filudas como lanzas de acero. Nuestras almas de ayer, de nunca y siempre, ígneas, incandescentes, implacables, ultravioletas, ultrarrojas, ultrasolares, ardiendo...   Balada del recuerdo Llueve una lluvia fácil... negligente. Casi sin desazón. Casi sin ruido... Y en un sitio del alma... en el olvido los recuerdos me asaltan de repente.   Recuerdo cosas... cosas... todavía como si todavía las viviera. (Aquel amor que tanto me mintiera acaso sin saber que me mentía).   Una ciudad tan buena como el trigo surge de pronto en tierras desiguales. Un calendario pulcro... sin señales. (Voy por las calles de anteayer contigo). Nuestras miradas con amor -sin dudas- redescubrían cosas evidentes: la tierra con sus árboles, las gentes, nuestras manos vacías y desnudas.   La lluvia por las calles recorría con el sol enredado en sus cristales. -Noble ciudad de agudas catedrales (Me cuentan que allí vives todavía).   Todo nos separaba y nos unía. Un gesto, una canción, una mirada. El amor era todo... y era nada... y era eterno no más porque moría.   Y nadie puede sepultar sus muertos tan verdaderamente sepultados que no puedan volver, si recordados, a los brazos amantes y desiertos.   Las horas no se pueden devolver ni lo que en ellas fue pasión o grito. (Aquí todo es igual porque está escrito y ya no es cierto porque está en ayer).   Aquí todo es igual. Nada envejece al margen de las horas sin fortuna. El mismo grillo con la misma luna... y todo como estaba permanece.   Y como en los recuerdos no varía, el viento lleva aún sobre sus hombros de aquella nube grande los escombros. (Y nunca acaba de pasar el día).   Nuestros rostros se miran a través de la lluvia o la luz recién nacida. Aquí la muerte pasa inadvertida bajo el verde implacable del ciprés.   Los rostros de este sitio no regresan jamás al ejercicio cotidiano. (Aquí mi mano vive entre tu mano. Aquí los corazones no nos pesan).   Eres. Soy. Cuánta soledad en torno. Aún vivo y vives. Sorprendente llama. Viajamos bajo el sol. Sobre la grama. (Aquí en el calendario no hay retorno).     Canción Iba mi corazón -caracol sin lamento- impulsando, sangriento, su pequeña canción...   Y luego la ilusión... engaño... ensueño... La muerte grande... lo demás, pequeño. Ah qué inútil empeño Corazón! Corazón!     Canción del amor fugaz                                                                                                       Envío:               A ti de alma profunda como un bosque de pinos.   Cómo adoré tu gesto ilusionario, tu gesto sin igual, tu gesto de ceniza y de metal cómo adoré...   Tú y yo en la vida, en la muerte, en la tormenta, entre la tempestad. Yo sedienta y hambrienta y arrecida.   (S.O.S. de soledad a soledad) Cómo no haber amado tu gesto iIusionario, si hacía tempestad y la noche en tu gesto estaba confundida ilusoria y tenaz como la vida?   Este recuerdo... Aurora boreal este recuerdo... hoja que al polvo vuelve y del polvo retorna irreductible... abisal... Así el amor que fue. Tu gesto de metal cómo adoré!   ( S.O.S. de tempestad a tempestad )   Mentira! Como la hoja que en el viento gira y torna y vaga y treme y vencida y fugaz victoriosa y vencida el viento vengativo en su brazo robusto la levanta, así el amor que fue... ilusorio vario vano banal imaginario como en espejo ustorio repetido, así el amor que fue...   (tu gesto de metal cómo adoré)   Tu gesto distraído, tu dinástico gesto y el olvido que en tu gesto venía confundido.   Tu gesto era tu voz que transcurría fl como un agua cantando hacia el olvido. (y yo adoré tu gesto distraído)   Y era la eternidad! La del momento... eterno en su ansiedad y su osadía.   -Oyes el S.O.S. hambriento que da mi soledad en la iracunda noche de tu noche y la mía?   (Alegría... Alegría! Ya todo lo perdimos. Podemos ir sin miedo entre la tempestad)     Canción para iniciar un olvido   ¿Y para qué quieres un tesoro sino para perderlo? ¿Y si no es para perderlo, para qué quieres un tesoro?   Todo al ayer uncido. Lo único que tengo es lo perdido. Propiedad absoluta del pasado. Conciencia de haber sido y no ser más que aquel instante bello y preterido.   Yo soy aquella tan feliz criatura que sintió la infinita quemadura de tu caricia inmensa y generosa y el aire de tu voz triste y amiga. (Yo... yo... que soy tan pequeña lo mismo que una hormiga)   Y si pasa la fuente rumorosa lo mismo que un espejo que camina y en el jardín la rosa con su espina, arde aún más constante y más hermosa, me digo: cuando muera... la fuente seguirá diciendo su mentira verdadera y la rosa arderá con más ardor quizá que en la nuestra dorada primavera.   Otros días vendrán sin dejar huella, sin ton ni son, sin gracia sin sentido. Pero tú y yo vivimos. Vivimos sólo un día y aquel que vive un día ya todo lo ha vívido. (Larga vida tenemos como la mariposa y una historia tenaz como la rosa).   La fuente pasa sin pasar. La fuente a su desnudo espejo caminante uncida va, sedienta y delirante, de su gran albedrío prisionera diciendo su mentira verdadera.   (Sólo me quedas tú, como la fuente presa de su albedrío).   Sólo me quedas... porque te he perdido y los duros espejos, blandamente, con azogadas lunas rememoran tu frente y te salvan del tiempo y del olvido. (Indefinido indefinidamente tu rostro con mi verso confundido).   Que soy la misma. La feliz criatura que sintió la absoluta quemadura de tu caricia inmensa y generosa... como quien dice: toda la dulzura, la razón de la espina y de la rosa.     Cancioncilla Cuando dejé de verte era verano. En la sangre caliente renacía un racimo de besos, y corría un viento....un claro viento por el llano.   (Bien lo recuerdo amor...era verano) Y quise retenerte. ¿Con qué lazo había de atarte para no perderte? ( Cuerpo de agua en el cristal de un vaso ) Acaso...si te amarras mi lazo fue más fuerte.... que siendo tú la ausencia ibas cercano como vida en el pulso de la muerte.   Al fin estoy contenta y tú lejano. Tan lejano de nieblas y de olvido que mueres en un verso arrepentido en un tiempo de amor y de verano.   (Quizá no era el amor ni era verano).     Confidencial  Para mi amor yo quiero cada día el pan sin odio, el vino sin pesares. La voz cordial. La vida sin azares y si se puede un poco de alegría.   Unos tuvieron el amor que pasa. Otros tuvieron el amor que dura. Yo tuve la canción. Sed y ternura. (Pero quién por sus dones se solaza?)   Yo traía mi tiempo. El tiempo mío, con atávicos sueños realizado. y de él el corazón me fue colmado como a un golfo de amor un mar sombrío.   Ni un minuto le queda al calendario de lo que pudo ser y no fue nunca. Mi historia en el pasar se queda trunca y trunco queda el tiempo del himnario.   Transito por la pávida ceniza que otros dejaron porque yo viviera. He sido nada más una extranjera asomada al desdén de la sonrisa.   Quise vivir mi vida en cada hora exactamente, sin mayor alarde y dije: ya me voy porque es muy tarde y en ese instante despuntó la aurora.   El aire no alcanzó para mi aliento de agraz ternura. Campo renadío. Pues yo he vivido como vive el río con limo, con estrella, con lamento.   Cómo volver el rostro de este olvido que la lámpara anuncia sin recelo. Si en cada atardecer fui contra el cielo y contra el viento las palabras mido?   No disculpo mi nombre ni mi frente. No me hago perdonar esta presencia. Mi rostro es nada más el de la ausencia y mi ausencia es mi rostro solamente.   Sin permiso de nadie, pienso y vivo y paso por la vida que pasaba. La vida no me pesa y me pesaba con su juego pesado y agresivo.   Inauguro el instante en acto puro con el oscuro cotidiano esfuerzo. El verso no es trabajo pero es verso. Vivir no es necesario y es muy duro.   Bajo la luz del sol, fiera y filante -la que mide mi tiempo con cuidado- yo voy pasando sin haber pasado pues no pasa el pasado en un instante.     Del amor inocente  Por ti es la vida diáfana y ligera y el dulzor en el fruto diluido y es el trino y el viento en la pradera y el perfume en el nardo preferido.   Por ti tiene razón la primavera y la luz y la tarde y el sonido. Y por ti el corazón arrepentido vuelve desnudo y casto hasta su vera.   Por ti saben los ríos el camino que conduce otra vez hacia la nube y el viñedo la sangre para el vino.   Y hasta el lirio, sin índice ni huella, por línea recta, sin saberlo, sube su fiel aroma a la lejana estrella.       Esquema del amor en el tiempo  Estabas sin luceros en mi aurora de niebla o en ansias marineras por mis playas salobres? O en los caminos ásperos? O en arrecifes duros? O en el tendido anhelo y el dolor de los hombres?   Porque en el día entusiasta de zumbidos remotos ya presentí caricias de miel desprevenida. Yo llenaría de risas infantiles la tarde y de llanto creciendo mi confidencia ardida.   Estabas sin luceros -planeta soterrado- amor puesto a la orilla de mi voz en el tiempo. (Ya todos los caminos eran tan familiares que hasta sabías la muerte de enredadera al sueño)   Transitabas confiado y yo te presentía en las oscuras llamas de todas las pupilas. El tacto de tu aliento apenas me llegaba -anzuelo al pez de sangre por mis aguas tranquilas-   Dónde estarás ahora, raíz desenterrada: detrás del metal trémulo de mi silencio frío? te dolerá en la sangre mi oscura cabellera ? te dolerá en los ojos este recuerdo mío?   En dónde estará ahora tu voz fija creciendo sin que la pena viva de mi canción la cante? Te manchará los labios mi ausencia como un vino? Te dolerá en los huesos mi oscura voz distante?   O cruzaré tus aires como oscura paloma con su muerte de cielo, de nube y de rocío? Te doleré en los hombros como una enredadera o seguirás pendiente de mi sed como un río?     Imágenes del amor  Yo te amo.... Yo te amo y lo digo así sencillamente como si ya el recuerdo transitara tus años. Como si ya mis ojos lloraran por tu ausencia y como si tus besos ya supieran mis labios.   Yo te amo... Yo te amo con crueles tiburones de sangre entre cristales duros vigilando tu cuerpo. Yo te amo en los arroyos calientes de mi vida y en mis poemas trémulos.   Yo te amo... Yo te amo con violetas espirales azules en donde hay mariposas de amor en cautiverio. En la frontera exacta que la caricia asume, en el preciso límite donde el gemido es beso.   Yo te amo... Yo te amo con un suave sabor a miel anclada en donde hay golondrinas clausurando recuerdos.   En donde sabe el aire a atmósferas de frutos, donde las manos corren caminos del deseo...   Yo te amo... Yo te amo por mil voces de venas enemigas. Por el grito lejano de mi sangre en el tiempo. Por la ardorosa llama que se esconde en la nieve. Por las hondas palabras que están en mi silencio. Yo te amo... Yo te amo por la rosa que guarda en sí la espina. Por la muerte que apaga con sus ojos mi sueño. Por las rebeldes lianas que las voces me anudan. Por mi carne entusiasta, por mi vida y mis nervios.   Yo te amo... Sufriendo...  

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Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 12:22 PM

Cronología Carmelina Soto

Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 12:19 PM

Biografía Carmelina Soto

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