Luis Vidales

Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 10:15 AM

Entrevista del autor Luis Vidales

Las múltiples vidas de 2 Vidales Una entrevista con Carlos Vidales   El poeta Luis Vidales y su hijo Carlos atravesaron el siglo XX de punta a punta. Durante ese trepidante recorrido vivieron los episodios más diversos de la historia literaria y política reciente del continente. En esta entrevista, el hijo del gran poeta quindiano repasa ese largo anecdotario protagonizado por él y por su padre.   Tanto Fredy Yezzed como yo conocimos a Carlos Vidales a través de la poesía. Poco a poco se nos fue revelando una persona fascinante, con una trayectoria llena de giros, que van de la literatura a la militancia, del Bogotazo al exilio, de Colombia a Chile, del M-19 a Suecia. Una vida intensa, plagada de anécdotas en las que sorprende la cercanía con personajes como Jorge Eliécer Gaitán, Pablo Neruda, Salvador Allende, Jaime Bateman, Carlos Pizarro, Carlos Gaviria y, por supuesto, su padre, el poeta Luis Vidales, primer secretario general del Partido Comunista Colombiano e integrante del grupo Los Nuevos. En 2010, Fredy Yezzed publicó Párrafos de aire, primera antología del poema en prosa colombiano. La investigación para ese libro lo llevó a conocer a fondo la obra de Luis Vidales, pionero del género en el país, y a entrar en contacto con Carlos, valiosa fuente de información, no solo acerca de la poesía de su padre sino también de otros autores con los que había tratado, a los que había leído y sobre quienes aportaba acertadas reflexiones. Después de largas conversaciones a distancia, Carlos y Fredy se conocieron en Argentina, en 2012. La idea de hacer esta entrevista surgió durante un encuentro en el Bar Británico de Buenos Aires, famoso por contar entre sus asiduos a Ernesto Sábato. Por mi parte, la forma en que conocí a Carlos Vidales fue producto de una extraña y afortunada casualidad, mediada también por la literatura: entre los muchos comentarios sobre una foto de la tumba de Gabriela Mistral, publicada por Fredy Yezzed en Facebook, el único que logró despertar mi curiosidad y revelarme algo desconocido acerca de esa imagen fue el de Carlos Vidales, quien en su juventud había visitado la tumba de la poeta chilena. De recuerdos como ese está llena su vida. Parece haber estado en cada momento y lugar decisivos. Y no solo como testigo: vivió en carne propia el rigor de la historia, asumió múltiples formas de desprendimiento, volvió sobre las páginas de su padre, tomó las armas cuando fue necesario y las dejó de lado por cuestión de principios. Durante un prolongado intercambio de mensajes entre Colombia, Argentina y Suecia, a lo largo de una cadena trenzada entre lo personal, lo literario y lo político, Carlos Vidales nos reveló ampliamente las excepcionales circunstancias en las que han transcurrido las múltiples vidas de él y de su padre.  —Andrea Pinzón: Carlos, naciste a finales de la década de los treinta, años bastante convulsos para la historia colombiana. ¿Cuáles fueron las circunstancias familiares que rodearon tu nacimiento? Nací en 1939, año del inicio de la Segunda Guerra Mundial, lo cual marcó mi infancia por la intensa actividad de mi padre en favor de los judíos perseguidos por el nazismo y en apoyo a la lucha contra Hitler. Soy el segundo hijo de Luis Vidales Jaramillo y de Paulina Rivera de Vidales. Mi hermana Luz es un año mayor. Cuando nací, mi padre era funcionario de la Dirección Nacional de Estadísticas y en 1940 fue nombrado director de esta entidad por el gobierno liberal de Eduardo Santos, cargo que ocupó hasta 1946. Mi primera infancia fue de intenso contacto con mis padres, comodidad económica y mucha actividad intelectual y social en el hogar, de la que mi padre siempre me hizo partícipe: Jorge Eliécer Gaitán, Gabriel Turbay, León de Greiff y los Lleras, entre otros.  En cuanto a tus años de infancia, ¿cuál es el primer recuerdo que tienes de tus padres? O algo que quizás tengas marcado en tu memoria… Recuerdo que mi padre acostumbraba ponerme en un estrado para que echara discursos a los visitantes de la casa, quienes me aplaudían y me traían cajas de chocolates y otros regalitos. Gaitán y León de Greiff siempre me sugerían ideas. A los cinco años, yo me sentía como un “tribuno del pueblo”. Imagino que eso sería muy divertido para Gaitán, que siempre se reía con mucho entusiasmo.  Una imagen que quizás uno puede formarse en la mente es la de Luis Vidales enseñándote a leer. ¿Cómo recuerdas tu encuentro con la lectura, con los libros? Sí, mi padre me enseñó a leer, pero no de una manera escolar sino a través de conversaciones. Me daba una revista o un libro y me decía: “Ahí dice esto, aquí dice esto otro”. Poco a poco, haciendo analogías, las letras y las palabras comenzaron a tener sentido para mí. Las dos primeras palabras que pude leer sin ayuda de nadie fueron “Simón Bolívar”, en una revista Selecciones. Yo tenía entonces cuatro años. A partir de ese momento, la biblioteca de mi padre fue mi refugio preferido. Leía todo lo que podía, aunque con frecuencia no entendía nada. Los visitantes de mi padre estimulaban mi curiosidad por los libros.  ¿Cómo era el ambiente escolar? Era un desastre. Todo tenía uno que aprenderlo de memoria. El catecismo, esa cosa horrenda, era la materia principal. Los profesores eran formalistas, acartonados, mojigatos, llenos de prejuicios. No se podía preguntar nada. Una vez –tenía yo siete años–, la maestra me dijo que recitara los mandamientos, y al llegar a “no fornicar” le pregunté: “¿Qué es fornicar?”. Y me respondió, furiosa: “¡No pregunte! ¡No pregunte porquerías!”. Años después pude averiguar cuáles eran esas “porquerías” y me parecieron muy sabrosas. Mis libros preferidos han sido siempre El libro de buen amor del Arcipreste de Hita, y Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, por sus maravillosas lecciones sobre el arte sublime de la fornicación.  Imaginamos que escribiste poesía en esos años… Sí, mi primer poema fue un soneto. Tenía ocho años y había estado escarbando en la biblioteca de mi padre. Me cautivaron los sonetos de Petrarca y le pregunté a mi padre cómo escribir un soneto. Él me indicó las reglas de metro y rima, los cuartetos y los tercetos, y yo compuse un soneto horrible contra Laureano Gómez. Mi padre, orgulloso, se lo mostró a Gaitán, quien casi se muere de la risa y me mandó una caja de chocolates con su hermano. Mi segundo soneto, unas semanas más tarde, estaba dedicado a Italia pero era una alusión a Colombia y sus convulsiones. Para eso usé una frase de La divina comedia: “...nave que vas a la deriva, en plena tempestad, sin tu piloto…”.  ¿En qué momento mermó el entusiasmo con la poesía? Creo que se debió a un comentario de mi padre. Un día, uno de sus amigos, Humberto Soto, comentó que yo había heredado la vena poética de mi progenitor, y entonces mi padre dijo: “Creo que eso no le durará mucho. Yo le veo más aptitudes para la ciencia”. Lo interpreté como una valoración negativa de mis calidades literarias y me desanimé. Años más tarde me di cuenta de que mi padre me estaba “programando” para la medicina, pues esa fue una de sus ideas fijas y la fuente de nuestros conflictos durante mi adolescencia. El hecho es que he comenzado a escribir poesía años después de su muerte.  ¿Qué poetas te impresionaron y te marcaron como escritor? Aparte de Petrarca, que me cautivó desde la infancia, Walt Whitman, García Lorca, César Vallejo, Rubén Darío, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Rimbaud y san Juan de la Cruz. Después de los veinte años, Antonio Machado, sor Juana Inés de la Cruz y los grandes del Siglo de Oro español. Solamente después de los cuarenta he llegado a conocer a los grandes poetas norteamericanos, aparte de Whitman. Y entre los narradores: Poe, Maupassant y Mark Twain fueron la delicia de mi adolescencia, junto con Dostoievski, Gogol y Turgueniev.  Hace un rato mencionaste a Jorge Eliécer Gaitán. ¿Cómo se conocieron él y tu padre? Se conocieron en París, en 1927. También allí conoció a Gabriel Turbay. Gaitán se decía socialista; mi padre y Turbay eran entusiastas comunistas. Mi padre sostuvo siempre, en conversación familiar, que lo de Gaitán era un socialismo liberal. Cuando mataron a Gaitán, mi padre salió de nuestra casa de la calle 63 en Chapinero para tomar parte en la dirección de la insurrección. No volví a verlo durante un año, porque después del 9 de Abril fue apresado por el ejército y permaneció diez meses bajo corte marcial en la Escuela Militar. Él era uno de los jefes de la campaña presidencial de Gaitán y uno de los principales redactores del diario Jornada, órgano del gaitanismo.  Vemos también en tu padre un alto grado de apertura mental al recibir a personalidades tan disímiles en pensamiento, pero quienes indudablemente sentían una fascinación hacia las letras, como Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán. Él siempre decía que quien no puede coexistir con gente que piensa diferente es un bárbaro y jamás podrá ser un verdadero revolucionario. Ahora, yo creo que con Gabriel Turbay y los Lleras se han tejido mitos de pura ignorancia, que han terminado por establecerse como verdades. En los años veinte todos los que he nombrado se declaraban comunistas, aunque el partido no existía. Cuando se fundó el partido, en 1930, algunos de ellos entraron a sus filas y otros decidieron trabajar por las ideas socialistas dentro del partido liberal. Gaitán intentó crear la Unir, coalición de fuerzas populares de tendencias socialdemócratas y socialistas, y fue duramente atacado por el partido comunista. Mi padre escribió cosas terribles contra Gaitán en aquella época, acusándolo de divisionista y traidor a la unidad del pueblo. Era una situación parecida a la que se presenta ahora con Petro. Después de un tiempo, Gaitán se convenció de que si quería llegar a la presidencia debía actuar dentro del liberalismo. Gabriel Turbay lo miraba con simpatía, pero le decía que en el liberalismo era esencial ganar la jefatura única y que sin ella no se ganaban elecciones.  Algo que lograría Gaitán más tarde… Pero Gaitán era impaciente... y bastante vanidoso. Mi padre y muchos otros le decían: “No dividas el liberalismo, porque perdemos frente a los godos”. Y Gaitán respondía: “Yo soy capaz de ganarles a los godos, incluso si una parte del liberalismo vota por el candidato oficial”. Los resultados de mayo de 1946, por si no se acuerdan, fueron estos: Mariano Ospina Pérez, conservador, 565.939; Gabriel Turbay, liberal y candidato oficial, 441.199; y Jorge Eliécer Gaitán, liberal disidente, 358.957 votos. Es decir, Gaitán dividió las fuerzas populares y contribuyó al triunfo de los godos. Con increíble generosidad, Gabriel Turbay le dijo: “Bueno, ahora debes ganar la jefatura única del liberalismo. Cuentas con mi apoyo”. Lo que pasó después es conocido. Toda la gente de izquierda que había apoyado a Turbay, incluyendo a mi padre, se volcó en un trabajo febril por Gaitán. El asesinato de Gaitán marcó un cambio dramático en mi vida. Mi padre pasó a la clandestinidad, perdí el contacto con él mientras dirigía una red de radioemisoras clandestinas y llegó a ser el tesorero nacional de las guerrillas liberales (todo esto lo supe después). Yo caí en manos de parientes conservadores, laureanistas; se me acabó la infancia, la vida se volvió un infierno y de eso salí a fines de 1952, cuando mi padre pudo regresar a la casa y comenzaron los preparativos para marchar al exilio en Chile. Cuéntanos, ¿cómo fueron las circunstancias de ese exilio? Nosotros teníamos invitación de Perón para recibir asilo en Argentina. Pero al entrar en Chile recibimos un telegrama del presidente Carlos Ibáñez del Campo, dándonos la bienvenida y ofreciendo trabajo a mi padre en la Dirección Nacional de Estadísticas. Por eso nos quedamos en Chile. Mis hermanos y yo recibimos educación gratuita de la mejor calidad, una tremenda solidaridad y amistades que duran todavía. Yo me fui de la casa paterna y de Chile cuando terminé mis estudios secundarios, a los 17 años, y decidí estudiar medicina en Córdoba, Argentina. Mi padre regresó a Colombia en 1962, para trabajar en el Dane por invitación de Lleras. Mi madre se quedó en Chile ocupándose de mis hermanos menores y regresó a Colombia, al lado de mi padre, en 1970. En Chile conocimos a todos los intelectuales importantes, al Comité Central del Partido Comunista, a Salvador Allende, con quien mantuve una gran amistad a pesar de la diferencia de edad, al sabio Alejandro Lipschutz. En ese país comencé en 1953 mi militancia comunista en la ilegalidad y lo recorrí pueblo por pueblo, incluyendo la Antártica, el desierto de Atacama y la Isla de Pascua. Chile me formó, me educó, me enseñó a pensar en la política moderna; mis primeros pasos como historiador los di estudiando la historia del proletariado chileno.    LEER LA ENTREVISTA COMPLETA EN: LAS MÚLTIPLES VIDAS DE 2 VIDALES        

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Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 10:09 AM

Sobre el autor Luis Vidales

SUENAN TIMBRES - LUIS VIDALES Salón de belleza bogotano, 1945. Archivo fotográfico de Sady González/ BLAA Por Lina Vargas Un grupo dice que tu libro es malo por unos motivos y otros sustentan que es pésimo por motivos completamente diferentes”, le contó al poeta Luis Vidales el parlamentario conservador Augusto Ramírez Moreno el día del lanzamiento de Suenan timbres, en 1926. Entonces Vidales, de 22 años, no era conocido como un poeta vanguardista, con inquietudes literarias similares a las de sus contemporáneos Vallejo, Borges, Arlt y Rilke, sino como un escandaloso sin lógica ni rima. El libro, eso sí, se agotó en un día. La razón la escribió el mismo Vidales: “Bogotá era una aldea, sin cine, sin deportes, sin servicio cablegráfico que la conectara con el mundo y hubo quizás un momento en que el sensacionalismo lo representé yo”.   La Bogotá que recibió a Vidales –nacido en Calarcá en 1904, poeta, ensayista, periodista, diplomático y fundador del Partido Comunista Colombiano– profesaba un conservadurismo asustador. Sus clases altas guardaban las tradiciones virreinales como símbolo de poder y no eran del todo conscientes de que el mundo y el país estaban asistiendo a una revolución. Ni de la llegada de teléfonos, ascensores, automóviles y ferrocarriles, ni del nacimiento de la poderosa industria textil antioqueña, ni del surgimiento de un movimiento obrero. Ni tan siquiera de que el arte se hallaba en un proceso de experimentación consigo mismo y de ruptura con el pasado. Por eso no entendieron a Vidales.   Él, en cambio, sí entendió a su sociedad. Los poemas deSuenan timbres, en verso y prosa, dan cuenta de los nuevos ruidos urbanos, pero también de un individuo que vive y sufre la modernidad. Vidales introdujo al transeúnte anónimo, heredero de Baudelaire, Dostoievski y Poe, que se mezcla entre la masa de la carrera séptima y siente angustia tanto del paso del tiempo como de su propia sombra. En sus versos, sencillos y cortos, con pocas comas y muchos puntos, hay asombro y crítica, estupor y desdén en partes iguales. Y hay, además, un agudo sentido del humor. No aquel ramplón del chiste fácil, sino uno más profundo que, según Vidales, encierra la paradoja humana.   Reproducimos aquí su poema “La noche”:   “El día es lo más ciudadano que hay. Eso no me lo puede negar nadie. El día tiene gentes y casas y pegados en las cintas vertiginosas de las calles tiene tranvías –coches–autos–etc.–etc. Cualquier día de la semana –llámese lunes o sábado– está siempre lleno de ciudades. Pero la noche –¡ah! ¡caray!– la noche es lo más inculto que se conoce hasta hoy. La noche está bien en los matorrales. La noche –primitiva–selvática–reacia a la civilización– es el último resto de salvajismo en el mundo. ¿No habrá quién colonice la noche?”.

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Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 10:05 AM

Textos del autor Luis Vidales

AQUÍ, LA VISITANTE Es una tenue voz casi un color desvanecido ha entrado por el muro por donde llegan los fantasmas sé perfectamente lo que me dice pero no quiero contarlo en el poema es como un dibujo lila por efecto de la distancia todas las noches está ahí en el mismo sitio y aunque no lo quiera traza el diseño de cuerpo entero el alto y precioso diseño de quien la envía será esa la voz que dice yo la oigo la oigo soy Liliola vengo a golpear a tu puerta porque es una puerta el pecho y él se abre en mí de par en par en la infinita noche.     ORACIÓN DE LOS BOSTEZADORES Señor Estamos cansados de tus días y tus noches. Tu luz es demasiado barata y se va con lamentable frecuencia. Los mundos nocturnales producen un pésimo alumbrado y en nuestros pueblos nos hemos visto precisados a sembrarle a la noche un cosmos de globitas eléctricas. Señor. Nos aburren tus auroras y nos tienen fastidiados tus escandalosos crepúsculos. ¿Por qué un mismo espectáculo todos los días desde que le diste cuerda al mundo? Señor. Deja que ahora el mundo gire al revés para que las tardes sean por la mañana Y las mañanas sean por la tarde. O por lo menos -Señor si no puedes complacernos -Señor- te suplicamos todos los bostezadores que transfieras tus crepúsculos para las 12 del día. Amén   LAS NUBES Las nubes son almas de mujeres que perecieron ahogadas. Mentira Las nubes son las ropas blancas que el viento se lleva de los alambres de los patios. también mentira. Porqué -¿ Las nubes?- Naciones que hacen el mapa del cielo. Continentes paises islas las manchas blancas de las nubes. ¡oh! mi patria mi única patria.   LOS  PARAGUAS El palo de los paraguas sopla sus globos de seda para que el cielo los insulte. Pero los paraguas son cínicos y se alejan bajo la lluvia en una panorámica desbandada de cupulitas negras. Y cuando los días claros vengan dándole vuelcos a los cielos infantiles los paraguas se quedarán en y mirarán por la ventana pasar las nubes y acaso se pregunten quién los ha desterrado de su patria azul.   A   UNA   FLOR Tú tienes un alma que sube por el tallo y te alumbra. Pero tu alma no sabe hablar ni sabe quejarse ni discurrir sobre las cosas. Yo quisiera  -oh pequeña flor absorta en la materia- darte del alma intelectiva porque a mí me pesa mucho toda la que llevo y a tu alma le falta un poco de dolor.

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Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 9:45 AM

Obras publicadas Luis Vidales

La circunstancia social en el arte, 1973

Historia de la estadística en Colombia, 1975

La obreríada, 1979

Poesía inédita, 1982

El libro de los fantasmas, 1985

Poemas del abominable hombre del barrio de Las Nieves, 1985


Luis Vidales - Suenan Timbres

Suenan timbres, 1926

 

Tratado de estética - Luis Vidales

Tratado de Estética, 1945

 

La insurrección desplomada - Luis Vidales
La insurrección desplomada, 1948

 

 

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Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 9:23 AM

Cronología Luis Vidales

Última actualización: Miercoles, Abril 08, 2015 9:19 AM

Biografía Luis Vidales

(Calarcá, 1900 - Bogotá, 1990) Poeta colombiano autor de Suenan timbres (1926), el mejor y casi único poemario vanguardista en Colombia, cuya índole innovadora se manifiesta en la ruptura con los esquematismos y en la búsqueda de nuevas formas expresivas de la sensibilidad contemporánea. Luis Vidales estudió en Bogotá y en París, en la Sorbona y la Escuela de Altos Estudios. En sus años jóvenes colaboró con diversas publicaciones literarias y políticas y residió en Génova, con el cargo de cónsul. De regreso a Colombia, fue uno de los fundadores del partido comunista y su secretario general. Por su actividad política fue detenido treinta y siete veces y expulsado de su cátedra de la Universidad Nacional en 1945. Entre 1953 y 1960 se estableció en Chile. Vidales se inició en la poesía muy joven, componiendo versos modernistas al modo de Rubén Darío; en las reuniones del grupo de Los Nuevos entabló una amistad que sería decisiva con Luis Tejada, el cual le incitó a escribir algo más que sonetos. Cuando Vidales leyó algunos versos de su obra Suenan timbres en el café Windsor, lugar de reunión de Los Nuevos, Luis Tejada colmó de elogios la obra. Las composiciones de Suenan timbres, aparecidas en 1926, le valieron el honor de ser incluido por Borges, Huidobro y Alberto Hidalgo en su Índice de la nueva poesía americana (1926), en la que Vidales fue el único colombiano de los sesenta y dos poetas hispanoamericanos seleccionados. Suenan timbres fue la única obra poética estrictamente vanguardista escrita en Colombia en aquella época; de ahí el escándalo y la incomprensión con que fue recibida en su país. No había medida en los versos, ni rima, ni ritmo; sus temas no eran sentimentales, ni su lenguaje el que habitualmente se encontraba en obras poéticas. En su lugar, el poemario trata temas cotidianos, con el lenguaje del pueblo de la calle; se trataba de una poesía de ideas, expresada en un tono juguetón y humorístico. Vidales cedió a la intuición renovadora de José Asunción Silva y se apropió con sagacidad de las grueguerías de Ramón Gómez de la Serna. Con él irrumpió en el país esa antipoesía que cobija lo feo y lo cotidiano. Su afán de soberanía expresiva recuerda a Vicente Huidobro y su osadía, a Picasso. El influjo del libro en el desarrollo posterior de la literatura en Colombia fue considerable, especialmente en las recientes voces líricas nacionales. En 1978 Luis Vidales volvió a la poesía con obras de temática política como La Obreriada (1978) y Poemas del abominable hombre del barrio Las Nieves (1985). Otras obras en verso que deben citarse son su Antología poética (1985) y El libro de los fantasmas (1986). Cultivó además el ensayo en Tratado de estética (1945), La insurrección desplomada (1948), La circunstancia social en el arte (1973) e Historia de la estadística en Colombia (1978). En 1982 la Universidad de Antioquia le otorgó el Premio Nacional de Poesía en reconocimiento a su obra y, en 1983, la Unión Soviética le concedió el Premio Lenin de la Paz.

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