Entrevista del autor Bernardo Pareja

Un maestro de la palabra 

Carlos Fernando Gutiérrez Trujillo 
El Diario del Otún

 

El pasado 5 de noviembre falleció en Quimbaya (Quindío) el poeta Bernardo Pareja. Sus obras Arcilla iluminada (1953), Limo constelado (1988), Celajes contra el azar (1997). Reconocido como uno de los últimos poetas del Gran Caldas que representa una generación que le rindió culto al lenguaje, en contracorriente con la poesía telúrica que imperaba en su momento. Un texto que lo recuerda.

 


Emprendimos el camino de la tarde, llevando en nuestros bolsillos un olor de cafetales húmedos. Caminos de tierra. Entre recuerdos y paisajes campesinos, nos aventuramos por la vereda Palermo en Quimbaya, Quindío.

 

Hacía días habíamos acordado la cita con el maestro. Alguno de nosotros recordó su imagen: con la pipa y su boína, masticando la más sabia palabra. A las cuatro arribamos a su tradicional morada: la finca Amerindia. Allí entre un olor de mandarinas y aromas de café recién molido, nos esperaba el escritor Bernardo Pareja. Nunca falta el asombro ante este cultor de la literatura. Un abrazo de viejos amigos y la más fresca tarde para conversar de libros, anécdotas y buena poesía.

 

 Bernardo Pareja, es quizás uno de los últimos poetas del Gran Caldas, que representa a una generación de escritores que le rindieron culto al lenguaje. Autores cuya visión estética de la literatura, los llevó a crear una cultura decantada y purista.

 

Ellos fueron los primeros autores que conectaron la literatura provinciana o regional, con la más selecta e importante universalidad artística. Gracias a este grupo de escritores, nuestras comarcas campesinas se alimentaron de las vertientes más cosmopolitas y clásicas. Nuestro escritor nació en Quimbaya Q. en el año de 1918.

 

 Entre olores de café fabricado en casa, el maestro nos invita a compartir su palabra en su biblioteca personal. Allí entre libros, autores y su memoria prodigiosa, vamos desandando lo más selecto de la literatura clásica universal. Asombra creer que entre surcos y platanales se haya erigido un hombre con una sapiencia tan singular.

 

Para quienes dicen que es poeta insular, esto se debe a que su lenguaje y su cultura, han trasgredido las fronteras locales. Pareja pertenece a esa pequeña estirpe de autores que no se dejaron obnubilar por los versos fáciles y trasparentes y buscaron la palabra trascendente y atemporal. Su búsqueda poética van más allá de los significados inmediatos y circunstanciales. Es buceador de temas herméticos y trascendentales. Su poesía no pertenece a este tiempo. En medio de tanta rapidez y levedad posmoderna, no hay lugar para degustar y digerir obras que impliquen estudio y relecturas. Verdaderamente este no es su tiempo, maestro.

 

A estos poetas, como a los pájaros de monte, les cambiaron su hábitat esencial. Sus raíces líricas deben buscarse en “las profundas fragancias existenciales”, como lo dice nuestro amigo Emilio Arboleda. 

 

 Su primer libro de poemas “Arcilla Iluminada” lo publicó en el año de 1953. De este libro le han sobrado adjetivos de “luciferino”, “poeta del mal”. Hoy valoramos que su intención fue ir en contracorriente de una poesía preciosista y simple de la época. Después vienen los poemarios: “Limo Constelado (1988) y Celajes contra el azar (1997). Aquí encontramos un ser más ensimismado en pulir un lenguaje y abrir nuevos significados al idioma español.

 

Él se niega a reducir la riqueza léxica a unos cuantos vocablos fáciles. Bien lo decía Wiggesttein: “los límites de mi mundo, son los límites de mi lenguaje” y el maestro desea explosionar los significados para abrir otras posibilidades expresivas.

 

Como un alquimista de la palabra, poco a poco va dejando su huella en nuestra memoria al pasar de un tema de la historia local, de antepasados indígenas, a un hecho trascendental de la antigüedad Persa. Este hijo de pioneros de la colonización antioqueña, aún guarda en sus manos las huellas de una vida campesina, viendo madurar cafetales en octubre y creando imágenes como un antiguo escaldo o zahorí. La condena para los que se detienen del vértigo del presente es un aparente olvido.

 

Aquellos que escuchan el silencio de la palabra que trasciende, sólo buscan la belleza esencial. A estos hombres sólo los acogerá la inmortalidad. Pasarán muchos años para que nos detengamos, sin premuras, en la poesía de Bernardo Pareja y encontremos una veta rica en simbologías profundas para la humanidad. Quienes se acerquen al verso fácil y busquen la demasiada claridad, vivirán únicamente en el presente. Sus temas no estarán conectados al fluir de herencias universales.

 

 Continúa esta espontánea tertulia. Hablamos de las generaciones de poetas españoles, de los simbolistas franceses, de guerras griegas y romanas, de Barbajacob y León de Greiff, de la cultura alemana. Poco a poco prosigue la tarde entre tórtolas y vientos que vienen de las montañas quindianas. Un vaho de platanales húmedos impregna este encuentro, donde se invoca la más selecta literatura. Una pausa, el maestro enciende su pipa, un olor antiguo llena los frescos corredores. Doña Julia, la eterna compañía del poeta, nos comparte una taza de café. Lo degustamos entre las letras de su bambuco “Tierra quindiana”. Palabras de un escritor que lleva la música en sus palabras.

 

 Llega la hora de despedirnos. El maestro nos lee algunos poemas de sus libros inéditos. Su oficio persistente de poeta y ensayista se mantiene. El tecleo insistente, en su vieja máquina, le permite mantener su vocación de escritor activo. La búsqueda de un verso esencial o un concepto único se cumple, como un rito, todas las mañanas. Bien lo dice Carlos Castrillón: “Sólo la palabra es protagonista de esta poesía, pero es una palabra cuyas razones de ser se nos escapan. Si ya lo “sibilino” no permite justificar una poética, ¿qué la sustenta? Tal vez sólo la persistencia del poeta y su desdén por los sufridos lectores. Como tantos, el poeta ha estado en el Hades y nos habla de sus misterios, pero no nos dice esos misterios”. Mientras tomamos el camino de regreso, la noche torna el paisaje en sombras. Nos queda la memoria compartida.

 

Las ganas de volver pronto a detenernos en la palabra del maestro y realizar un estudio serio y crítico sobre su poesía. Las nuevas generaciones estamos en deuda con nuestros grandes poetas vivos.

 

La algarabía del mundo no permite escuchar estas voces esenciales que han iniciado unas búsquedas estéticas y hoy son nuestro patrimonio espiritual y literario. Un abrazo maestro y gracias por su generosa palabra.

Última actualización: Lunes, Abril 13, 2015 11:51 PM
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