Johanna Molano
“Hace más de 10 años decidí que mi vida iba a cambiar y que parte de mi vida la dedicaría a la ayuda social. Este es el plan que Dios tenía para mí”, con estas palabras Carlos Ariel González Mejía justifica su meritoria labor como director de la Fundación Días de Luz, creada desde el 2001 por su propia iniciativa, para ayudar a personas drogodependientes que se cruzaban por su camino, pues como él lo expresa “uno siempre debe devolverle a la vida algo de lo que ella nos dio”.
Con su serena manera de hablar que sólo demuestra una espiritualidad impresionante y un amor profundo por la ayuda al prójimo, este pereirano, quien toda su vida la ha dedicado a las motos y es considerado como el pionero del harlismo nacional, es hoy un ejemplo de compromiso y liderazgo por la defensa del ser humano y la liberación de sus vicios a través de programas que implementa en la fundación “para sacar el diablo del alma de los jóvenes”.
Desde pequeño a Carlos le han apasionado las motos, tanto que en Estados Unidos se unió a un grupo harlista y compró la primera Harley, luego se devolvió para Colombia y fundó un grupo que se llamó Harley Colombia Club por medio del cual lideró el harlismo en Colombia por los años 80. ́
“En esa época no existían grupos de harlistas en el país y yo fui el primero en crearlo, hice el Primer Encuentro Nacional de Harley en Colombia y fue la actividad que más dinero le trajo a Pereira en ese momento. Hicimos 7 encuentros más hasta que todo empezó a cambiar”, cuenta tranquilamente este hombre, para quien la vida le dio un giro.
Su historia
A mediados de los años 80 Carlos se vio obligado a retirarse de la dirigencia harlista de Colombia, pues entre sus encuentros se empezaron a mezclar “ángeles negros”, motociclistas que ya no respetaban, se subían por los andenes, tomaban mucho licor y le daban mala imagen al grupo, y aunque se alejó de los escenarios públicos, continuó con su pasión, de manera más discreta, para formar sus conocimientos.
Carlos se graduó del Liceo Los Andes, más conocido como “Vaca Brava” porque era un colegio muy estricto, y como él siempre fue un poco rebelde, su madre decidió que era allí donde lo deberían formar.
Posteriormente se fue para Bogotá a estudiar Tecnología Agropecuaria y trabajó un tiempo con propiedades de la familia, luego viajó a Estados Unidos donde trabajó y vivió durante 10 años, luego llegó a Pereira y empezó la odisea del harlismo, su máxima pasión, pero en el año 2000 lo sindicaron de porte de estupefacientes y recibió una condena, como “Reo ausente”, de 9 años y 8 meses.
Si bien su vida empezaba a partirse en dos, no desfalleció y en cambio, dentro de la cárcel, con un amigo, empezó a estudiar el Código Penal y estableció maneras de defender los derechos de los presos, así que por esa conducta le rebajaron la pena a la mínima, posteriormente por su excelente conducta e interés por ayudar a los demás, porque daba clases en la prisión y montó una especie de consultorio sicológico, la pena se le rebajó a 2 años, tiempo en el que escribió un libro llamado El Cabalgador, un libro erótico y pasional que cuenta las aventuras de un hombre con una joven y la conducción a una pasión desenfrenada.
Teniendo ya su profesión como tecnólogo agropecuario y sicólogo, salió de prisión y decidió estudiar parasicología, para iniciar con su proyecto de vida y dejar atrás aquellos momentos amargos.
Desde antes de estar en prisión ya tenía una pequeña fundación para ayudar a personas pobres, sin embargo, fue después de su experiencia tras las rejas que decidió tomar las riendas de Días de Luz, una fundación que, para ese momento, atendía a drogodependientes en Cartago y sólo hasta hace 2 años funciona en Pereira, en una propiedad de la Dirección Nacional de Estupefacientes, donde ha creado un proyecto agropecuario para que quienes son drogodependientes no sólo tengan voluntad de cambiar sino oportunidades de trabajar.
Días de Luz atiende a 11 hombres y cuenta con el apoyo de la Gobernación de Risaralda, la Cárder, el Sena, el Club Rotario Perla del Otún, Porcícola La Cabañita, Avícola Las Palmas, Club de Jardinería y Jugoza, entre otras empresas y amigos cercanos que han decidido apoyarlos.
“Cuando decidí cambiar mi vida y ayudar a los demás, me di cuenta que entendía mejor al ser humano, y si bien mi fundación no tiene gran capital económico si tiene un capital humano digno de admirar”, dijo Carlos.
Y es que en este lugar, ubicado en la vereda Santa Teresa de Pereira, todos son una gran familia, ninguno está obligado y tienen las puertas abiertas de la finca, para que salgan por ella cuando lo consideren, sin ataduras ni presiones, pero con un amplio sentido de voluntad, amor y espiritualidad.
“La pelea con la drogadicción es difícil porque se establece en el ser humano y ahí empieza a gobernar”, explicó Carlos, reconociendo que su madre ha sido su motivo de admiración, su ayuda incondicional y su fortaleza.
“Mi madre es muy inteligente, interesante, economista y brava porque todavía regaña, pero sin ella, sin mis hermanos Roberto y Mary y sobre todo sin mi esposa Yuri y mis dos hijos Carlos Andrés (13 años) y “Juanes” (2 años y medio) no hubiera sido posible disfrutar tanto de todo lo que Dios nos da”, dijo con especial sentido del humor.
Su gestión social es digna de reconocimiento desde el mismo momento en que le declaró “la guerra a la drogadicción” y con sus guerreros está dispuesto “a luchar hasta el final para no permitir que el diablo se lleve más almas. Doy la pelea hasta que yo falte, esa es la lucha de nosotros y nuestra Fundación Días de Luz, existirá hasta que yo exista, porque este es mi compromiso: No permitir que el diablo se lleve las almas que le pertenecen a Dios”, puntualizó con firmeza.
Su proyecto inmediato es abrir la oficina principal de la Fundación Días de Luz en Los Alpes, allí, su deseo es hacer consultas gratis porque su compromiso va mas allá de una labor social.
Su manera de hablar y de actuar, dan una confianza infinita que sólo él, embriagado de amor y espiritualidad puede revelar.
Sus proyectos
El Cabalgador fue su primer libro publicado y lo escribió mientras se encontraba en la Cárcel de Varones La 40, allí en la celda “gozaba escribiéndolo porque es muy erótico y de hecho a Miguel Álvarez de los Ríos le encantó. Él fue quien me lo corrigió”, puntualizó.
Ahora, dentro de su proyecto inmediato está publicar, aproximadamente en 15 días, su libro Entre la Luz y las Tinieblas, un escrito muy didáctico para identificar los problemas de la drogodependencia que busca ayudar en la prevención de la drogadicción.
Igualmente gestiona por todos los medios posibles que la Dirección Nacional de Antinarcóticos les entregue esta tierra expropiada para continuar con este proyecto de superación de la enfermedad por medio de la producción agropecuaria.
En próximas semanas, Días de Luz abrirá una oficina principal en la carrera 14 bis 11-85 Los Alpes, donde Carlos y otros dos médicos brindarán consultas gratuitas.