Reseña del libro Trilogio
Por Óscar Castro García
El título de este libro puede interpretarse como la unión de trilogía –las obras dramáticas o tragedias en la antigua Grecia– y elogio, de lo que se considera bien acabado; o también como la unión de tres –obras de cuento– con logos, o palabra, expresión, discurso y razón... De esta manera, varios cuentos de Color de hormiga (1973), El contador de cuentos (1980) y Las muertes de Caín (1993), se reúnen como tríptico-alabanza de treinta años de trabajo literario. Catorce cuentos de un narrador no convencional y directo, dedicado a la crítica, la creación literaria y la docencia; y que ahora selecciona la propia obra en forma autocrítica.
Aunque la distribución de los cuentos en el libro propone consideraciones cronológicas, en ellos se encuentran temas y sentidos que se sobreponen al opresivo paso del tiempo, porque inquietan sobre asuntos más esenciales para el hombre: la presencia del mito y de la cultura, en forma intertextual, con preponderancia de lo trágico desde la perspectiva del mito, y de lo irónico desde la perspectiva de la historia, en El pan de los perros, relato en el que Cristo sobrelleva un destino que no acepta y que tampoco puede quitarse de encima; en Edipo dice que no, donde la arrogancia y la incredulidad de su protagonista mantiene en vilo al pueblo de Tebas, mientras él cumple su destino en forma ciega y egoísta; y en La segunda pasión de Medea, en el que la mujer, insaciable y también egoísta, busca acabar con su condición de esposa separada y víctima del matrimonio.
Chalarca propone también mirar de nuevo el que, a mi modo de ver, es el más interesante tema de la antología: el erotismo. Con frecuencia, los adolescentes se vuelven víctimas de las frustraciones de los adultos, como en el cuento anterior, en el cual Medea seduce al joven novio de su hija con los melindres y los encantos que dan más su dinero y sus lujos que sus atractivos físicos o intelectuales; en Erótica, cuento que muestra cómo la mujer, aprovechando la momentánea ausencia del marido, trata de iniciar al joven trabajador, en un coito interruptus que la lleva al borde del peligro ante la súbita presencia del hombre; y en El mudo, personaje que con un fuerte golpe rompe el idilio y los deseos reprimidos del muchacho por la mujer ajena. Se destaca en este campo Con el alma en la boca, porque reúne la polimorfa manifestación del erotismo en un joven sicario, quien prefiere muertos a sus amantes Marcia y Ever, y a su bebé, a que otros los disfruten, o a que se vean sometidos al escarnio de la policía y de los periodistas.
La muerte también se impone su presencia, un tanto sarcástica en Troski como resultado de las frustraciones personales; o sutil y elegante, plena de tragedia, en Muerte limpia, en la que una vida sin sentido elige una muerte solemne; o como parte de una labor rutinaria o sublime, como sucede, en forma paradójica, en Con el alma en la boca.
En fin, en estos cuentos también se encuentra lo anodino o pasajero de nuestra condición, como en La pela, Lucero, Embriaguez, El pesebre, Su futuro está en las ventas y Color de hormiga, cuentos que revelan la poca trascendencia que tiene la vida para quienes ni buscan ni encuentran trascendencia en sus vidas.
A lo temático se unen el humor, la ironía, la visión realista y sardónica de la realidad –en una escritura limpia de afeites y directa en sus pretensiones–, así como la sensación de que la vida es intensa en cada momento o para siempre inútil y sin sentido.